El hombre traicionado por sus pasiones
«Sueños y visiones de Rodrigo Rato» es una de las obras que más atención de crítica y público está acaparando en este inicio de temporada. En ella se describe la cúspide y el abismo, el vuelo de Ícaro de un político que simboliza la historia de la España reciente. Una historia trágica, como todas las de este país, con sus ambiciones, su poder, sus fiestas, su corrupción y su final en la cárcel. En el escenario ideado por Raquel Alarcón se acumulan, junto a la negra escalera del éxito, ese montón de sillones que ocupó Rodrigo Rato, o lo que es lo mismo, todas aquellas personalidades que fue a lo largo de su carrera política: el joven amparado por Fraga, el vicepresidente y ministro de Economía en la hora del milagro económico, el aspirante a suceder a Aznar que debe marcharse al Fondo Monetario Internacional para vivir el duelo de no verse a sí mismo reinando en la última planta de Génova 13, el que sacude la campana en la ficción especulativa de Bankia, el hombre que llevaba una tarjeta black en la cartera para pagarse sus delirios.
Pablo Remón y Roberto Martín Maiztegui escriben un texto donde hay una extrema brillantez, un extremo sentido del humor a golpe de sátira, de caricatura, de farsa y de noir travieso. Y hacen que el teatro documento vuele a otra dimensión al incorporar ficción y realidad, metaficción y burla de la realidad. Es decir, lo real no agotándose en sí mismo.
Las extraordinarias interpretaciones de Javier Lara y Juan Ceacero tienen fuerza, talento y soltura indiscutibles. El Rato de Javier Lara es el hombre traicionado por sus pasiones, el soberbio de familia bien que va creciendo en su pérdida vital, en su falta de norte moral, en su soledad cada vez más dramática y terrible. El elenco en que se desdobla una y otra vez Juan Ceacero (desde, por ejemplo, un Aznar paranoico que cree que va a morir en un accidente aéreo y llama al Rey para comunicarle quién va a ser su sucesor hasta un taxista que resulta ser Chimo Bayo y que se sumerge en la ruta Destroy) es tan real como ficticiamente disparatado. Ellos dos solos en el ambigú del Kamikaze se convierten, desde el principio, en un hatajo de pícaros de la historia, en una panda de espectros surreales salidos de los telediarios.
«Sueños y visiones de Rodrigo Rato» es una historia finalmente picaresca y un episodio de leyenda negra nacional. Es el fracaso de un hombre y el fracaso de un país al que se le administra la bombona de oxígeno de la justicia para seguir respirando. Una obra rabiosamente divertida, dramatúrgicamente eficaz, imaginativa y gamberra.