CRÍTICA DE TEATRO

«Hablando (último aliento)»: las cárceles interiores

El Centro Dramático Nacional presenta esta obra de Irma Correa, dirigida por Ainhoa Amestoy

Muriel Sánchez y Lidia Navarro MarcosGPunto

JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN

Dos mujeres. Una, amordazada, está encadenada a un sillón de oficina con ruedas. La otra parlotea a su alrededor y se agita nerviosa y amenazante. Se encuentran en una habitación cerrada , circundada por una enramada de celosías. Puede ser un espacio mental y tal vez las dos mujeres sean la misma desdoblada: una, la prisionera, decidida y desafiante, la otra, paralizada por el miedo, sumisa y desesperada, ve imposible escapar de esa situación. La situación avanza angustiosa y los perfiles se ajustan en un desolador final, una salida entre el fuego y el vacío, como dice la frase de David Foster Wallace que la autora cita en el programa de mano.

«Hablando (Último aliento)»

Autora: Irma Correa. Dirección: Ainhoa Amestoy. Escenografía y vestuario: Elisa Sanz. Iluminación: Marta Graña. Música y espacio Sonoro: Nacho Valcárcel y David Velasco. Intérpretes: Lidia Navarro

Muriel Sanchez y David Velasco (músico). Teatro María Guerrero. Madrid.

Irma Correa ha escrito un inteligente alegato contra la mortal violencia doméstica, un punzante testimonio contra el terror machista. Su texto, espléndido y tremendo , describe la desesperación, las cárceles interiores en las que se encierran las mujeres a las que su pareja cosifica y despoja de dignidad, la búsqueda de un resquicio por el que escapar, los insuficientes y con frecuencia perezosos mecanismos legales... Ainhoa Amestoy lo dirige marcando sabiamente los estallidos de escozor del diálogo y subrayando la brutal violencia emocional de una función que ancla la garra del desasosiego en la boca del estómago. Estupenda la escenografía opresiva de Elisa Sanz y la iluminación inquietante de Marta Graña , y formidable el duelo interpretativo de Lidia Navarro y Muriel Sánchez , la mujer quebradiza y su otra cara, la mujer decidida, ambas prisioneras del espanto.

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