CRÍTICA DE TEATRO
«Gross indecency»: descenso judicial a los infiernos
Gabriel Olivares dirige un texto de Moisés Kaufman sobre Oscar Wilde
Oscar Wilde , el aplaudido escritor, el brillante hombre de mundo que presumía de haber puesto todo el genio en su vida y sólo el talento en sus obras, el provocador que escandalizó tanto como subyugó a la declinante sociedad victoriana, calculó mal la fuerza de su aura social y artística y cayó desde el cielo de la popularidad y la admiración al infierno del descrédito, la prisión y la enfermedad. « Gross Indecency. Los tres juicios a Oscar Wilde » es la crónica judicial de esta caída meticulosamente llevada a escena por Moisés Kaufman (Caracas, 1963), que utiliza como soporte dramático fundamental los textos de los juicios en los que estuvo envuelto el escritor en 1895 y fragmentos de diversos trabajos del autor irlandés, además de otra documentación como entrevistas, su correspondencia personal y opiniones de sus contemporáneos.
«Gross Indecency»
Autor: Moisés Kaufman. Adaptación: G. Olivares y D. DeGea. Dirección: Gabriel Olivares. Escenografía y vestuario: Felype de Lima. Iluminación: Carlos Alzueta. Intérpretes: Javier Martín
David DeGea
Kaufman es también autor de « El Proyecto Laramie » (2000), que se pudo ver hace varias temporadas en Madrid; ambas obras se mueven en el terreno del teatro documento. En «Gross Indecency» (1997) el abundante material de archivo se orquesta hábilmente para superar la frontera de lo testimonial y lo jurídico e instalarse en el retrato del drama humano del envanecido Wilde que, en la cumbre de su fama, demandó por calumnias al marqués de Queensberry, que lo había acusado de sodomía y era padre del joven lord Alfred Douglas, amante del escritor. Como es sabido, el proceso se volvió en contra de este, que terminó siendo jugado por grave indecencia y condenado a dos años de trabajos forzados, convirtiéndose en un apestado social hasta su muerte en París en 1900. En una escena de la obra, Kaufman entrevista al especialista en Wilde Marvin Taylor , quien subraya: «Realmente creo que los cargos por sodomía son los menos importantes. Wilde estaba siendo juzgado por sus subversivas creencias sobre el arte, sobre moralidad, sobre la sociedad victoriana. Fue un juicio político».
Esta idea anima un espectáculo que sobrepasa las dos horas de duración y que Gabriel Olivares impregna de tensión y movimiento, incluyendo varios números musicales, especialmente el vertebral « Over the Rainbow », convertido en himno gay. Aunque hay ocasiones en que los meandros del proceso son algo farragosos, resulta seductor oír expresarse al brillante Wilde con sus propias palabras no tamizadas tras el velo de la ficción. El reducido espacio de la sala Jardiel Poncela del Teatro Fernán Gómez constriñe las evoluciones de los diez actores de la función, algunos de los cuales se multiplican con eficacia en varios papeles. El Wilde que compone Javier Martín es correcto igual que el Douglas de David DeGea .