Fuego templado
La pandemia nos está regalando un surtido de nuevos lugares comunes que forman parte ya de nuestro lenguaje; entre ellos la frase «las cosas cambian de un día para otro». Pero no solo es un lugar común, es la realidad, y hay que adaptarse a ella, como ha hecho el Teatro Real , que tenía previsto estrenar su temporada de danza con el Ballet de Múnich. Por razones obvias, la compañía no ha podido desplazarse a Madrid. En su lugar ha sido la Compañía de Antonio Gades la que ocupa su escenario estos días con uno de los trabajos menos transitados del coreógrafo y bailarín alicantino: « Fuego », basado en «El amor brujo», de Manuel de Falla, y que puso en pie junto a Carlos Saura (primero fue película y más tarde espectáculo teatral).
Resulta un misterio por qué coreógrafo y cineasta decidieron encerrar en el baúl el espectáculo después de un estreno parisino que resultó, a tenor de las críticas, todo un éxito. Pero el caso es que «Fuego» no vio la luz en España hasta que hace seis años la compañía que lleva su nombre la estrenó en el Teatro de la Zarzuela . Porque «Fuego» tiene la caligrafía propia que caracteriza los trabajos de Gades –y la labor de Stella Araúzo resulta encomiable–, su admirable destreza para mover los conjuntos con armonía y dramatismo, esa habilidad para mezclar conjuntos y lograr que los cantaores y los guitarristas se comporten como si fueran bailarines y estos como si fuesen músicos; que no es sino el signo externo de un convencimiento y una filosofía, la necesidad de integrar lo popular dentro de la coreografía, hacer que «el pueblo» esté representado en el escenario.
No obstante, en ocasiones este «Fuego» no calienta. No es, a pesar de su belleza, una obra redonda; la historia se muestra deshilachada al espectador. Las dimensiones del escenario del Teatro Real, el foso ampliado y un sonido desequilibrado o insuficiente no ayudan a lograr la conexión necesaria entre los bailarines –vigorosos y entregados – y el público, y aumentan la sensación de frialdad, que el público olvidó para calentar con sus ovaciones los saludos finales de la compañía.