Finisecular

Una escena de «Il finto sordo» Fundación Juan March

Alberto González Lapuente

Hace apenas quince años, James Radomski se quejaba del olvido que soportaba el legado compositivo de Manuel García . Reconocía que el prestigio le acompañaba como creador de una famosa y moderna escuela de canto aún respetada en nuestros días, por ser padre de María Malibrán y Pauline Viardot , y por las dotes como tenor, inolvidable en el estreno de «Il barbiere di Siviglia» de Rossini. Hoy el panorama es muy distinto, después de que varias ediciones, otros libros, al margen de la referencial monografía de Radomski, algunas grabaciones y otras tantas representaciones de títulos operísticos, hayan permitido dar una imagen más exacta de aquel creador, no genial aunque sí legítimo.

La Fundación March presentó « Le cinesi » en 2017, como sexta producción de su proyecto Teatro musical de cámara. Vuelve ahora sobre García para defender « Il finto sordo », obra postrera y abandonada en 1831; pensada para el ejercicio de sus alumnos, es decir metodológica y funcional. Escrita a partir de una trama recurrente fijada por Gaetano Rossi , juega al amante que se finge sordo mientras, con ayuda de su enamorada, burla al rico y anciano bufón que se cree con derecho a un matrimonio previamente convenido.

Y en el juego del enredo se crece la propuesta del director teatral Paco Azorín , quien apura recursos y gestos infundiendo ánimo a una obra cuya dramaturgia y discurso musical se atienen a una audacia de rango académico. Lleva la acción al hall de un hotel, en las años veinte del siglo pasado, donde tres puertas de ascensor anuncian la maquinación. Se incorpora un pianista, Rubén Fernández Aguirre , director musical de la producción y maestro concertador, de quien depende que todo suene amable y con distinción, lo cual es un mérito notable si se observa el compromiso al que obliga la escritura musical de cada una de las partes vocales.

De ahí la importancia de hacer valer lo ajustado del resultado , la coherencia con la que se integran los intérpretes y la voluntad y decisión con la que asumen sus roles. Todos se enfrentan a una obra que debió ser una piedra de toque en manos del exigente y minucioso maestro García.

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