Festival de Mérida: Había una vez un circo... romano

El certamen emeritense estrena «Anfitrión», de Molière, con dirección de Juan Carlos Rubio

Un momento de «Anfitrión» en el Teatro de Mérida
Julio Bravo

Esta funcionalidad es sólo para registrados

El teatro es siempre un milagro. Y en estas fechas y con las circunstancias que nos rodean, más. La noche del miércoles, tras el estreno de «Anfitrión» en el Teatro Romano de Mérida , la palabra «milagro» volvió a brotar de varios labios. Hace apenas dos meses, nadie podía pensar que el festival pudiera celebrarse este verano, y aun todavía cada función en este y en otros certámenes teatrales y musicales es una victoria sobre el virus y un paso más en la conquista de la normalidad.

Porque normalidad es lo que se respiraba (tamizada por las imprescindibles mascarillas) en el teatro , tanto en el escenario como en el patio de butacas , donde el público no necesita de la burundanga para olvidarse por un rato de lo que se está viviendo fuera de los dominios de Talía.

Unos dominios que estos días ocupan Júpiter y Mercurio , dos dioses romanos que, junto a los humanos Anfitrión , Alcmena, Sosias y Tésala, son los personajes de «Anfitrión», una obra que, en palabras de Juan Carlos Rubio, el adaptador y director de la función, es «una historia de seres duplicados que viven la asombrosa paradoja de verse de piel hacia fuera, y que mezcla lo divino y lo humano , las pasiones y los odios, las infidelidades y los deseos, las risas y algún que otro sentimiento».

«Anfitrión» –cuya última visita al Festival de Mérida fue hace ocho años, de la mano de Juan Carlos Pérez de la Fuente, con una versión de Eduardo Galán– es un texto escrito por Molière a partir del original de Plauto ;se trata en realidad de una reescritura. Se estrenó en el Théâtre du Palais-Royal de París el 13 de enero de 1668. Cuenta las peripecias del dios Júpiter que, para poder seducir a Alcmena, toma la forma de Anfitrión, su marido, ausente por la guerra. Para evitar que éste les sorprenda a su vuelta, Júpiter encarga a Mercurio, su hijo, que impida que nadie le moleste, para lo que este último toma la forma del criado de Anfitrión, Sosias. La duplicidad de personajes y el confrontamiento de los mortales con sus espejos divinos genera los enredos de una obra que fue polémica en su nacimiento, ya que se acusó a Molière de criticar con esta trama los devaneos amorosos del Rey Luis XV de Francia.

Juan Carlos Rubio, un director con tanta habilidad como buen gusto, ha situado la trama en torno a un desvencijado carromato en el que se lee «Circo Olimpo» , y a los personajes en los artistas de esta ajada carpa. Pero es solo un envoltorio , una opción estética que resulta enormemente atractiva. La escenografía de Curt Allen Wilmer, Leticia Gañán y Emilio Valenzuela –apoyada por un magnífico y colorista vestuario de Paola Torres y una acertada iluminación de José Manuel Guerra– es un sugerente marco para la puesta en escena, donde apenas hay unas gotas de ese mundo circense –hay lanzamiento de cuchillos y mucha actitud clownesca en los personajes, pero poco más–.

«Anfitrión» es una comedia de enredo sin más. No pretende otra cosa –le ayudan la música de Julio Awad y el movimiento escénico de Chevi Muraday, todo un lujo– que entretener y divertir con su historia de equívocos y espejos que hoy en día tiene difícil sostén. Rubio explota la comicidad de la situación y del texto para hacer de la función un juguete cómico de trazo grueso que, a tenor de la reacción del público de la noche del miércoles, logró su objetivo de comunicarse con los espectadores;así lo aseguraba Dani Muriel tras la función, que suponía para él, lo mismo que para Toni Acosta , su debut en el siempre imponente Teatro Romano.

Precisamente Muriel y Acosta destacan en un reparto que completan Pepón Nieto (también productor), Fele Martínez, Paco Tous y María Ordóñez : aquel por la dignidad que otorga a su personaje, Júpiter, y ésta por los variados colores con los que pinta la comicidad de su Alcmena. La producción, anunció Pepón Nieto, nace con lógica vocación de continuidad, y seguramente el transcurso de las funciones vayan afinando detalles que ayuden a mejorar el ritmo y a matizar una comicidad basada a menudo en la caricatura.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación