Expandirse más allá de sí misma

Eva Rufo y Esther Ortega, en una escena de la obra ABC
Diego Doncel

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'Cada átomo de mi cuerpo es un vibroscopio' es fundamentalmente una obra moral. Todos sus puntos cardinales ( la ciencia, la poesía, el teatro, el pensamiento) apuntan a que detrás de cada vida, de cada biografía hay una geografía de lucha y de superación, que todo cambio social implica una transformación personal. Eso fue la vida de Helen Keller y de Anne Sullivan, la mujer sordociega y la maestra que le ayudó a superar sus límites, una lucha por ver el mundo más allá de la vista, de expresarlo más allá de las palabras. La niña que se crió en los márgenes de la normalidad, de personalidad violenta y falta de control, va dejando atrás esos suburbios de silencio y encontrando que detrás de cada tacto, de cada mano puede descubrir el mundo y cambiarlo. Keller llegó a ser una importante activista por los derechos de la mujer y los discapacitados.

En el escenario un montón de lámparas, una mesa de agua y otra de tierra para simbolizar el combate de estas dos voluntades, de estas dos psicologías, las psicologías del dolor y de la amistad, de la desesperación que se va transformando en una búsqueda interior, en un deseo de vivir y de expandirse más allá de sí misma. Un combate en el que se internan Eva Rufo y Esther Ortega, las dos actrices protagonistas, en una aventura donde la gestualidad, la reflexión, los juegos lumínicos y el espacio sonoro crean y acompañan unas interpretaciones llenas de entusiasmo, de pasión y de hondura existencial. Teatro de pensamiento, el pensamiento aquí es una aventura espiritual y sensorial. No se trata, por eso, de un lineal recorrido biográfico sino de contar cómo dos almas se unieron para superar sus propias fronteras y cómo dos actrices las interpelan para descubrir nuestros límites de hoy, hasta qué punto necesitamos una filosofía de la vida a la altura de la esperanza y de empatizar con el otro, con lo otro. Ese es su gran tema.

La obra avanza cuadro a cuadro dando cuenta de una ascensión. Una ascensión que empieza cuando Hellen Keller se sumerge en el agua, como si de un bautismo se tratara, y deja atrás la que fue para ser otra. Todos los elementos escénicos se conjuntan, por eso, para hacer un espectáculo que intenta ser también una fiesta de los sentidos: la luz, la música, las secuencias de vídeo. Un teatro que perturba, emociona y señala, incluso a nivel estético, un camino de transformación. Como dijo Peter Handke, deja tu sombra en el suelo y mira hacia arriba.

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