Estela Medina: «El legado de Margarita Xirgu es la disciplina, el amor al trabajo y la dedicación constante»
La actriz uruguaya, que formó parte de la primera promoción de la EMAD en Montevideo, recuerda a la actriz catalana
Estela Medina es una de las grandes actrices uruguayas. Nacida en Montevideo en 1932, pertenece a la primera promoción de la Escuela Municipal de Arte Dramático, que creó y dirigía la actriz española Margarita Xirgu. Debutó en 1950 con pequeños papeles en « Romeo y Julieta » y en « La Patria en Armas ». Perteneció a la Comedia Nacional, en la que estuvo cincuenta y ocho años, y donde intervino en montajes como « El jardín de los cerezos », « Fuenteovejuna », « La zapatera prodigiosa » o « Tartufo ». A sus ochenta y tres años sigue sobre los escenarios, y el Teatro Solis le dio su nombre a una de sus salas en junio de este mismo año.
¿Cómo y cuándo entró usted en contacto con Margarita Xirgu?
Margarita Xirgu llegó a la Escuela Municipal de Arte Dramático (EMAD) en 1949 y la dirigió durante ocho años, dando una formación integral en arte escénico. Ella impartía todas las clases; sólo años después empezó a darlas Pepita Díaz. La formación contaba con un año de preparación y tres años posteriores hasta la graduación. El plan de estudios implantado por Xirgu estaba inspirado por el Conservatoire de París. La llegada de Margarita a la EMAD (que funcionaba desde 1947) marcaría un antes y un después en el teatro uruguayo por la excelencia, la innovación y la profesionalidad que fueron las características de todos los egresados de dicha formación.
Usted compartió escenario con ella, ¿qué obras recuerda con mayor cariño?
Trabajé con ella y bajo su dirección, como protagonista en todas las obras que ella montó. Tanto en las del Siglo de Oro español, que naturalmente prefiero, como obras de autores extranjeros: «El Abanico», de Goldoni; «Propiedad Condenada», de Tennessee Williams; «Sueño de una Noche de Verano», de Shakespeare; «Fuenteovejuna», de Lope de Vega; «El Alcalde de Zalamea», de Calderón de la Barca; «Don Gil de las Calzas Verdes», de Tirso de Molina; «Peribañez y el Comendador de Ocaña», de Lope de Vega; y «Don Pedro de Urdemalas», de Miguel de Cervantes, que fue la última obra que dirigió. Xirgu se retiró en 1967 y falleció en 1969.
¿Cómo recuerda a Margarita? ¿Era una mujer simpática, agradable, abierta…?
Digamos que como maestra era muy rigurosa. Llegó diciendo a todos que la disciplina era lo primordial. Xirgu nos dijo: «¿Ustedes piensan que acá vienen a divertirse? Pues no, el teatro es sacrificio y rigor, hay que estudiar mucho; y siempre mucho más. Hay que buscar y estudiar, cada día más y más». Inculcaba un gran respeto al estudio del autor y la época de cada obra, como necesidad para representar exactamente el sentido del autor.
¿Qué destacaría de ella como actriz? ¿Qué la hacía tan especial?
Margarita Xirgu tenía una intensidad nunca antes vista por acá. Era dueña de un virtuosismo impresionante y despertaba emociones increíbles en el espectador. Por ejemplo, recuerdo que en «Bodas de Sangre», de García Lorca, donde ella hacía La Madre, durante el entreacto, el público salió al hall y era como si realmente fueran los invitados de la boda y se estuviera armando entre ellos aquello que iba a suceder en escena: iban a salir a perseguir a los fugados e iba a correr la sangre… Fue increíble sentir esa identificación del público con la boda, la Madre y su arenga. Sólo la Xirgu podía así hacer sentir a todos: aquello no era teatro, era la vida misma, ¡estaban en la boda!
¿Y como maestra? ¿Cómo era?
Xirgu como maestra era tan intensa como lo era sobre las tablas. Cuando se le preguntaba algo, ella miraba fijamente y seguía ella la pregunta, llevándola más allá todavía, desarrollaba más cada detalle, daba más pautas con más preguntas, y después decía : «¡Haga!» Y si la acción no venía o no la satisfacía, ¡saltaba al escenario! y ella misma interpretaba la escena. Pero de una manera tan personal, tan intensa, que enseguida te abría la cabeza, quedaba cristalinamente claro cómo era que había que hacerlo; y la duda planteada quedaba instantáneamente relegada al olvido. Y uno hasta se preguntaba qué había dudado originalmente. Xirgu no tenía una metodología, sino una fuerza tan grande de hacerlo que irradiaba.
¿Qué legado cree que dejó en el teatro uruguayo? ¿Qué queda hoy?
Margarita formó unas generaciones de actores, de las que formo parte y algunos estamos ya muy mayores, pero tenemos la enseñanza de ella como columna vertebral: y su legado es la disciplina, el amor al trabajo y la dedicación constante, y el estudio intenso y riguroso de autores y épocas. Eso nos llevó obtener excelentes resultados y premiaciones por interpretar todos los géneros y todas las épocas. Pienso que eso es lo que tenemos que agradecerle tanto: un abanico actoral que lo abarca todo, sin limitaciones ni frontera alguna. A diferencia de lo que a menudo pasa con generaciones de actores siguientes, que se encuentran encasillados en algún género y son comediantes, o dramáticos, o prefieren la improvisación, los alumnos de Xirgu hemos interpretado con éxito cualquier autor, cualquier época y todos los géneros.