Un espectáculo hipnótico y estremecedor

Un momento del espectáculo Virginia Rota
Julio Bravo

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El público madrileño esperaba con verdadera excitación su encuentro con la compañía belga Peeping Tom, frustrado dos veces a causa de la pandemia, y que ha abierto esta prometedora y esperanzadora edición del Festival de Otoño. Y por las caras, mezcla de felicidad y de asombro, de los espectadores a la salida de los Teatros del Canal, es seguro que nadie salió defraudado, sino todo lo contrario.

Y es que hay que decir que 'Triptych' es un espectáculo verdaderamente deslumbrante, mágico, hipnótico, una catarata sensorial que envuelve al espectador y lo atrapa en la tela de araña de su fascinación.

'Triptych: The missing door, The lost room and The hidden floor' es un trabajo creado por la argentina Gabriela Carrizo y el francés Franck Chartier, fundadores y directores de Peeping Tom a partir de las coreografías que montaron para el Nederlands Dans Theater entre 2013 y 2017.

Tres estancias -una habitación rodeada de puertas que no se abren, un camarote de un barco y un restaurante abandonado amenazado por la inundación- son los espacios en los que transcurre la acción de este espectáculo. Son historias inquietantes, desconcertantes, emocionantes... Pero la emoción no procede tanto de las historias, a veces absurdas, a veces cómicas, a veces terroríficas, sino de la perfección con que está dibujada e ilustrada. Carrizo y Chartier utilizan una completísima paleta de sonidos, luces, imágenes, músicas y movimientos con la que pintan un lienzo que por momentos es un cuadro barroco dominado por los claroscuros -especialmente la tercera pieza, la más magnética de las tres-.

No es posible parpadear en este Tríptico, porque no hay un segundo de respiro en el escenario, con unos intérpretes absolutamente comprometidos y entregados con la particular manera de narrar de los creadores. No se sabe qué admirar más: si su baile sensual, dramático y perturbador o ese universo tan particular y deslumbrante que lo rodea; la escenografía -que se cambia en una ocasión a vista del público-, la música, los sonidos, la (maravillosa) iluminación conforman un espectáculo absolutamente conmovedor y estremecedor.

 

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