Elemental, querida doña Emilia

Una escena de 'La gota de sangre' Pablo Sarompas
Julio Bravo

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No podía Juan Carlos Pérez de la Fuente, probablemente el mayor ejemplo de vehemencia del teatro español, permanecer ajeno al centenerio de Emilia Pardo Bazán. Ya se entregó el pasado año a Galdós, y era lógico que el impulso le llevara hasta la escritora coruñesa, que tanto tuvo en común con el novelista canario. A ambos autores, por ejemplo, se deben certeros retratos del Madrid de finales del siglo XIX y principios del XX, escritos con pluma costumbrista pero asombrada -en toda la extensión de la palabra-.

Para rendir homenaje a Emilia Pardo Bazán, Pérez de la Fuente no ha recurrido a su teatro -muy poco transitado-, sino que se ha fijado en un relato que, según los expertos, es la primera novela policíaca, estrita por su autora a impulsos de la aparición en España de las historias de Sherlock Holmes. Ignacio Selva es el remedo madrileño del detective creado por Conan Doyle. No alcanza la capacidad deductiva de éste ni su sacerdocio, pero a cambio es mucho más campechano, abierto y divertido. Pardo Bazán lo sitúa en medio de un misterioso asesinato que él mismo irá desentrañando a partir de un pequeño detalle: una gota de sangre.

Juan Carlos Pérez de la Fuente, con la ayuda de Ignacio García May, autor de la magnífica y respetuosa versión teatral, ha convertido la narración en un espectáculo tan atractivo como entretenido. Una Puerta de Alcalá cortinada -ideada por el propio Pérez de la Fuente- es el marco en el que se desarrolla esta función deliciosamente artesanal, donde las luces de José Manuel Guerra, la música de Tuti Fernández y el vestuario de Almudena Rodríguez Huertas se convierten por su esplendidez, en un personaje más. Pérez de la Fuente llena de detalles la función, que conduce con pulso y sabiduría (uno de ellos es la transformación de un relato de la propia Pardo Bazán en un cuplé). 'La gota de sangre' es tremendamente exigente para los dos intérpretes; tanto Gary Piquer como, sobre todo, la 'multiusos' Roser Pujol saben colorear sus personajes, a los que dan las gotas necesarias de seriedad y humor para hacerlos creíbles y naturales aunque no naturalistas -el texto no lo pide-.

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