Desde la chistera de la observación
![Pilar Castro, Alberto San Juan y Guillem Barbosa, en una escena de la obra](https://s2.abcstatics.com/media/cultura/2020/10/22/Elchicodelaultimafila-U10207630311EtT-1248x698@abc.jpg)
¿Puede una obra teatral ser un clásico tan sólo tres lustros después de su estreno? En caso de que la respuesta sea afirmativa, hay que decir que si existe un texto que merezca el calificativo de clásico contemporáneo ése es « El chico de la última fila », que Juan Mayorga estrenó en 2006; un texto asombrosamente revelador, incisivo, magnético, tan simple como complejo; que cuenta una historia sencilla -servida a través de una dramaturgia primorosa y artesanalmente elaborada- pero que encierra un verdadero batallón de reflexiones y de preguntas; en resumen, una pieza de teatro ejemplarmente perfecta.
Juan Mayorga es un mago de la escena que suele sacar los argumentos de sus obras de la chistera de la observación y la lectura. Para «El chico de la última fila» se inspiró en un ejercicio que un alumno -el hoy académico fue profesor de matemáticas- le entregó en una ocasión. A partir de ahí tejió su obra, contada casi como un thriller, y en la que escarba en la condición humana a través de la relación entre un profesor y su alumno, esqueleto sobre el que se sostiene la carne de otras historias.
«El chico de la última fila» habla de muchísimas cosas, seguramente también de algunas que ni Mayorga -«el texto sabe cosas que el autor desconoce», suele repetir- pensó ni el público sabe ver. Y lo hace jugando con los planos de ficción y realidad, que el excelente montaje de Andrés Lima sabe potenciar, con una puesta en escena con gotas de fantasmagoría -apoyada en una escenografía y una iluminación que juegan a recrear la irrealidad y lo hacen con absoluta eficacia-; dinámica, fresca y detallista, que sabe subrayar el humor que tiene el texto, al que Lima -y éste es su principal virtud- ha servido en todo momento, para lo que ha contado con un equilibrado y entonado reparto.