Un derroche de felicidad

Àngel Llàcer, en una escena de «La jaula de las locas» ABC
Julio Bravo

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Las cosas han cambiado mucho desde que, en 1983, se estrenó en Broadway «La Cage aux Folles», el musical de Jerry Herman y Harvey Fierstein, que a su vez estaba basada en una obra homónima del francés Jean Poiret. Pero el fondo que esconde la historia de Albin y Georges, una pareja homosexual que regenta un club nocturno en Saint Tropez, en la Costa Azul francesa, permanece inalterable, porque el musical es, por encima de todo, un canto a la tolerancia y la libertad envuelto, eso sí, en un festival de plumas, lentejuelas y alegría, mucha alegría.

Y esto lo han sabido ver perfectamente Àngel Llàcer y Manu Guix, los directores de la versión española, que se presentó la temporada pasada en Barcelona, con gran éxito, y que ahora se puede ver en Madrid. «La cage aux Folles» («La jaula de las locas») es uno de los títulos más emblemáticos del musical de Broadway en las últimas décadas. Los más de cuatro años en cartel de la producción original -en Nueva York ha tenido dos reposiciones más- prueban su éxito popular, que se basa, además de en su historia de tintes vodevilescos y transformismo (dos elementos muy eficaces en cualquier comedia), en una música de colores muy distintos -desde los acentos franceses hasta el más puro «sonido Broadway», servidos magníficamente por la orquesta que ha dirigido Manu Guix-; destaca, por encima de todo, una canción, «I am what I am» («Soy lo que soy»), todo un himno que se ha convertido en todo un «standard» de la mano de artistas como Gloria Gaynor.

Àngel Llàcer ha concebido un espectáculo tremendamente divertido, con toques «kitsch» e incluso esperpénticos -que se acompasan con la historia-, y jugando la comedia musical en un código semicaricaturesco, que cede su espacio a un sutil melodrama en las escenas que lo requieren. Pero, sobre todo, sabe transformar el escenario en una luminosa y contagiosa fiesta. Y no solo el escenario: Llàcer (Albin) juega en el patio de butacas incluso con los espectadores en uno de los momentos del espectáculo; aquí demuestra su capacidad de improvisación y de comunicación, además de su desvergüenza y desparpajo. Pero a ello suma su calidad; Llàcer ofrece una interpretación superlativa, tanto en su faceta de actor como en la de cantante (su «Soy lo que soy» es verdaderamente emocionante). En su estela está Iván Labanda (Georges), que ofrece contención, y actores como Ana Cerdeiriña, José Luis Mosquera u Oriol Burés. Un derroche de felicidad.

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