CRÍTICA DE TEATRO

«¡Chist!», de Les Luthiers: de antología

El veterano grupo argentino presenta en Madrid un espectáculo que recoge varios de sus más celebres números

Les Luthiers, antes de su actuación en Madrid Efe

JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN

El año próximo Les Luthiers cumplirán medio siglo de andadura desde que Gerardo Masana puso la primera piedra en 1967. Y ahí siguen, a lo suyo, trenzando tan campantes música y humor. Como a todos, el tiempo les ha pasado sus facturas, la mayor y más dolorosa de ellas el fallecimiento de Daniel Rabinovich el año pasado, pero la función continúa y, aunque ellos y sus espectadores envejezcamos, lo único que no envejece es su humor rebosante de inagotables juegos verbales y frases de doble sentido, su dominio de la mímica, la voz y la interpretación musical, y su magistral sentido de la parodia.

«¡Chist!» (***)

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música

Estos clásicos de sí mismos han regresado a Madrid con « ¡Chist! », antología de algunos de los mejores números de su carrera, que estrenaron en 2011 en Argentina, donde en 2014 presentaron una nueva antología titulada « Viejos hazmerreíres », inédita aún por estos pagos. Quienes llevan las cuentas aseguran que este es el trigésimo cuarto espectáculo del grupo argentino, una formación tan fundamental en su campo que bien merecería que la Unesco la declarara bien de interés cultural y la Organización Mundial de la Salud le pusiera la vitola de remedio universal contra el abatimiento.

Anteanoche el público madrileño les recibió calurosamente y aplaudió en especial la mención a su compositor de cabecera, el legendario Johann Sebastian Mastropiero . Como novedad, dos incorporaciones para sustituir a Rabinovich, Martín O’Connor , cantante de imponente registro operístico y comicidad notable, y Horacio Tato Turano , cabal instrumentista y voz en los coros. Aunque el inmenso espacio del antiguo Palacio de los Deportes, rebautizado como Barclaycard Center, propiciara un ambiente algo desangelado y el sonido no fuera redondo, Les Luthiers no defraudaron a su legión de seguidores, felices por reencontrarse, como perlas de un programa variado en épocas y estilos, con el autocantor Manuel Darío y sus canciones descartables, el descaharrante madrigal «La bella y graciosa moza marchose a lavar la ropa», el tema ecológico «Solo necesitamos», la reópera «La hija de Escipión», el «Bolero de los celos», esa mezcla de gregoriano y canción melódica titulada «Educación sexual moderna», «La redención del vampiro» que definen adecuadamente como hematopeya, la rapsodia gastrónómica con incordiante latín o violín de lata «Encuentro en el restaurante», «Los jóvenes de hoy en día», donde proclaman el r.i.p. del rap, y «La comisión», formidable reescritura de un himno nacional auspiciada por un partido corrupto, que se va intercalando en diversos momentos del espectáculo.

Como propina, un número delicioso impregnado de cautivadora atmósfera «gershwinesiana», «Rhapsody in Balls», perteneciente al espectáculo «Lutherapia» y también llamado «Blues del fortín» por ser el «opus 14» (de ahí lo de fourteen) de Mastropiero. Un mano a mano entre el piano de Carlos Núñez Cortés y el bolarmonio, artefacto musical de viento construido con dieciocho balones de voley, con el que Jorge Maronna se revela como virtuoso «tocapelotas». El público, puesto en pie, tributó al grupo una larguísima ovación de despedida.

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