'La casa de Bernarda Alba': devoradas por sus ancestros
Llega al Teatro Español la obra de Federico García Lorca, bajo la dirección de José Carlos Plaza
«¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio!» Pocos finales hay en el teatro universal tan conmovedores como el de ' La casa de Bernarda Alba '. La obra, que Federico García Lorca escribió poco antes de morir y que tuvo que ver la luz fuera de España -concretamente, en Argentina en 1945-, vuelve al Teatro Español , escenario de varios de los estrenos del poeta granadino, casi todos de la mano de su amiga la actriz Margarita Xirgu.
Lo hace de la mano de José Carlos Plaz a, el primero que puso la obra en pie en el coliseo de la plaza de Santa Ana. Fue en 1984 y con un reparto que encabezaba Berta Riaza. En la producción que levanta el telón hoy es Consuelo Trujillo quien encarna a Bernarda; le acompañan Ana Fernández (Angustias), Rosario Pardo (Poncia), Ruth Gabriel (Magdalena) Montse Peidro (Amelia), Mona Martínez (María Josefa), Marina Salas (Adela) y Zaira Montes (Martirio).
«¿Qué dice a los espectadores de hoy este 'drama de mujeres de los pueblos de España'? Pues incide en la posición de la mujer en la sociedad con sus techos de cristal , diferencias salariales y su indefensión física ante la violencia provenga de donde provenga (Bernarda ocupa sin ser consciente o siéndolo demasiado, el papel de la autoridad, del manejo del poder económico y la representación del orden establecido). Y esa sería la mejor reflexión o lectura de la obra desde hoy, siglo XXI. ¿De dónde viene ese poder establecido que parece inamovible tenga el aspecto que tenga?»
El propio director madrileño -que en los años setenta preparó una versión de la obra, 'Que arda Bernarda', prohibida por la familia del poeta- se responde: « Lorca habla de nuestros ancestros . La historia de Bernarda y sus hijas, como nuestra historia, tiene sus raíces antes de su nacimiento. Raíces profundas, retorcidas, de un origen lejanísimo y perpetuadas por quién sabe qué oscuros intereses. Es un origen ancestral que se sustenta en el miedo. Bernarda teme que todo cambie y ese cambio le haga perder su aparente e impuesta entidad, teme no saber qué hacer con una auténtica esencia vital que la desequilibre y por eso mantiene a fuego las normas con las que la educaron. Al igual podría decirse de sus cinco hijas, insertadas sin opción en un mundo inflexible y yerto pero cómodo, anestésico e inculto que las anula y por el que venden su libertad, salvo Adela y María Josefa… cuya acción de intentar realizarse es condenada con la muerte y la locura».
Como punto de partida, la imagen de un cuadro: «'Saturno devorando a su hijo', de Goya. Hay una similitud con lo que se cuenta en 'Bernarda', porque ella, sus hijas, son devoradas por sus ancestros. Lo que pasa en la 'Bernarda' es fruto de la educación que han recibido : el honor es la muerte, es callarse. La palabra ¡Silencio! abre y cierra la obra».