CRÍTICA DE TEATRO MUSICAL
«Billy Elliot»: sí, se puede
Un espectáculo iceberg, en el que la ya de por sí elaborada y gigantesca producción esconde una labor aún más ingente de formación y preparación de los niños
Hay que aplaudir sin reservas la valentía de los productores de «Billy Elliot», uno de los grandes títulos del teatro musical de los últimos años -y recalco la palabra «teatro»-, que muchos, yo incluído, no pensaban que se pudiera hacer en España con un reparto español. Y es que «Billy Elliot» es un espectáculo iceberg, en el que la ya de por sí elaborada y gigantesca producción esconde una labor aún más ingente de formación y preparación de los niños, que son la columna vertebral de este musical. El resultado ha dado la razón a los productores y nos la ha quitado a los escépticos.
«Billy Elliot» (****)
Música: Elton John. Libreto y letras: Lee Hall. Adaptación y dirección: David Serrano. Coreografía: Peter Darling. Vestuario: Ana Llena. Iluminación: Juan Gómez-Cornejo y Carlos Torrijos. Escenografía: Ricardo Sánchez. Principales intérpretes: Pau Gimeno
Natalia Millán
«Billy Elliot» es un soberbio espectáculo. Basado en la película de Stephen Daldry, es en primer lugar una sólida función de teatro, con una emotiva historia y unos personajes de absoluta carnalidad, aderezada con un puñado de inspiradas canciones -especialmente la última, «Electricidad»- con el sello de Elton John.
El imponente montaje y los medios que los productores han puesto a su disposición no han deslumbrado a David Serrano, el director de la producción española, que sin renunciar al gran espectáculo centra el foco en la historia del niño que quiere ser bailarín en un entorno hostil: un pueblo minero del norte de Inglaterra en los años ochenta (envuelto además en una descorazonadora huelga), donde los prejuicios en torno a los hombres que quieren hacer ballet están a flor de piel.
Dentro de un reparto de equilibrado nivel -alto- es de justicia señalar al completo Pau Gimeno (Billy en la función de la que escribo) y al explosivo Beltrán Remiro (Michael). Y en los adultos, destaca Carlos Hipólito, que hace suyo un personaje totalmente alejado de él y consigue que no podamos imaginar en él a otro actor.
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