Un ballet ejemplar
Casi dos años después de su nombramiento como director del Ballet Nacional de España , y pandemia mediante, Rubén Olmo ha presentado en la Zarzuela su primer gran -y ambicioso- espectáculo al frente de la compañía. Para él se ha fijado en Agustina Carolina del Carmen Otero Iglesias, la Bella Otero , un fascinante personaje que sedujo al público en la frontera de los siglos XIX y XX; una mujer de la que todo el mundo ha oído hablar pero de la que desconoce su historia.
Rubén Olmo recorre en este ballet su azarosa vida, desde que, con solo diez años, fue violada en su aldea natal, en Galicia, hasta su silenciosa retirada y muerte en soledad en Niza, arruinada y convertida en un recuerdo del pasado. La tentación de contar con detalle la vida de la bella Otero, de narrar demasiadas cosas, es posiblemente el mayor lastre de un magnífico y brillantísimo espectáculo, que seguramente ganaría en ritmo e interés si recortara alguna escena, como el momento en que la protagonista queda fascinada cuando asiste a una representación de la ópera 'Carmen'.
'La Bella Otero', con esta salvedad, puede considerarse un trabajo ejemplar, por arrojo, contemporaneidad, eclecticismo, intenciones y claridad de ideas. Es además un magnífico vehículo para mostrar las posibilidades de nuestra danza y de los bailarines del Ballet Nacional de España, extraordinariamente dúctiles y preparados. Éste es un conjunto único en el mundo, un tesoro cultural, y conviene no olvidarlo.
Apoyado en una música atractiva, poderosamente descriptiva y profundamente teatral, Rubén Olmo firma una coreografía desacomplejada y libre, buscando siempre el servicio a la historia más que el lucimiento o el impacto visual. Momentos como el de la violación o el del cumpleaños en Maxim's son de una gran belleza, dramatismo y magnetismo. Todo ello, aderezado con una brillante puesta en escena -escenografía, vestuario y luces-. Patricia Guerrero encarna a la Bella Otero (la elegantísima Maribel Gallardo interpreta a la artista en su madurez), y lo hace con un poder de seducción grande y su reconocida musicalidad. El propio Olmo se reserva el papel de Rasputín, que baila con peso y dominio.