Autorretrato de una búsqueda

Diego Doncel

Alberto Iglesias ha escrito la historia de una búsqueda imposible: la de un pintor que intenta encontrarse en los trazos de sus autorretratos, y la del hombre que está detrás y que intenta explicar quién es, qué hay al fondo de ese puñado de vivencias a lo que llamamos vida. O dicho de otra forma, la pintura como forma infinita de autoconocimiento, y el teatro como forma infinita de confesión. «El hombre y el lienzo» es, por ello, un texto intenso, pasional, donde el conflicto, la lucha que se transmiten desde el lienzo pasan a la escena en un monólogo lleno de escombros vitales entre los que tal vez están las respuestas que se persiguen incesantemente. Se habla de la soledad y del silencio, del viaje al yo como sustentos de la creación artística, de la sociología del mundo del arte actual demasiado orientada al espectáculo y al ruido mediático. El taller es el espacio, perfectamente diseñado, de este combate, con todos los colores, los pinceles, los lápices, el espejo con lo que se intenta atrapar la sombra huidiza de lo que somos. La iluminación aquí también tiene una textura plástica, acentuando la atmósfera de cada momento. Como ocurre con la música que crea espacios de intimidad. La interpretación de Javier Ruiz de Alegría es tan obsesiva y angustiada como este pintor lleno de ausencias y de furor. Como este texto que no tiene final porque, cuando los espectadores se marchan, ya hay otra lienzo en blanco para proseguir la búsqueda. En cualquier caso con algo menos de perturbación la obra hubiera ganado.

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