CRÍTICA DE TEATRO
«Aquiles y Pentesilea», amor en tiempos de guerra
Santiago Sánchez dirige la obra de Lourdes Ortiz en el Centro Dramático Nacional
Nos cuenta la mitología que las feroces amazonas se sumaron a la guerra de Troya tras la muerte de Héctor para ayudar a los habitantes de la ciudad sitiada y que Aquiles y sus mirmidones combatieron duramente contra las temibles arqueras. En el instante en que el de los pies ligeros iba a dar muerte a Pentesilea , reina de las guerreras, y los ojos de ambos se cruzaron, un amor instantáneo inflamó los corazones de ambos, enfrentados de igual a igual, en un paréntesis de tiempo suspendido. Esta pasión fatal surgida en el campo de batalla anima la tragedia «Pentesilea» del romántico alemán Heinrich von Kleist y, desde otra perspectiva, ha servido a Lourdes Ortiz para plantear en «Aquiles y Pentesilea» una superación de la guerra a través del amor.
«Aquiles y Pentesilea» (****)
Autora: Lourdes Ortiz. Dirección: Santiago Sánchez. Escenografía: Dino Ibáñez. Vestuario: Elena S. Canales. Iluminación: Rafa Mojas. Música: Rodrigo Díaz Bueno. Intérpretes: María Almudévar
Rodolfo Sacristán
La escritora propone que uno y otra contemplen la terrible y absurda rutina del conflicto a través de los ojos de esa imposible atracción mutua, que ella tenga la tentación de una maternidad en la que los hijos varones no deban ser sacrificados al nacer y que ambos se dispongan a traicionar los intereses de los grupos contendientes , algo que, tanto desde lo político como desde lo religioso, inquieta a los círculos de poder de amazonas y griegos. Tanto unas, representadas por la gran sacerdotisa, como los otros, cuya voz asume el doloso Ulises , desean que la guerra prosiga y acabar con la absurda pretensión amorosa.
Santiago Sánchez hila con finura todas estas atractivas percepciones argumentales en un espectáculo de respiración tan contemporánea como deudora de la concepción ceremonial de las tragedias griegas, en el que sabe recoger el fragor épico de la batalla, la tierna complicidad de la pasión condenada y el territorio de los engaños donde con calculada y fríamente se decide la suerte de los enamorados. Un hermoso montaje redondo en el que guerreros y guerreras interpretan la música de Rodrigo Díaz Bueno y, coreografiados por Gorsy Edú , combaten sobre la arena de la playa de Troya que cubre el despejado espacio concebido por Dino Ibáñez , en alianza con el vestuario de inspiración clásica en el que Elena S. Canales contrapone la gama de colores anaranjados y terrosos de las amazonas con los tonos negros de los aqueos. Muy bien trabajada la interpretación colectiva del estupendo reparto.