CRÍTICA DE TEATRO
«Ante la jubilación», un enorme y arrebatador Krystian Lupa
El director polaco presenta en el Festival de Otoño de Madrid su montaje de la obra de Thomas Bernhard
« Ante la jubilación » del polaco Krystian Lupa es una experiencia teatral lúcida, potente y arrebatadora. Gran teatro escrito con las mejores armas del teatro, esas que nacen de la realidad y las interroga. Gran teatro en el que combaten dos enormes talentos, el de Lupa y el de Thomas Bernhard , para crear estas tres horas de función absolutamente hipnótica y radical.
La visión del alma humana nunca está separada aquí de su dimensión política, y la dimensión política nunca se entiende sin conocer el miedo, la soledad, el egoísmo o la brutalidad que nacen del corazón de los hombres. No es solo una radiografía del nazismo, del nazismo después del nazismo , de cómo en el pueblo alemán de después de la segunda guerra mundial convivían el sentimiento de culpa junto a la nostalgia hitleriana, sino de analizar hasta qué punto los personajes que llevaron a cabo aquella ideología construyeron la Alemania de postguerra .
Lupa crea para ello un espacio hiperrealista , un espacio donde todos los elementos son verdadera y extremadamente reales, donde se expresa una verdad al doscientos por cien. En Krystian Lupa este exceso de realidad daña, perturba y desasosiega. Para ello nos introduce en el salón de la casa en la que habitan tres hermanos, tres seres amputados, tres seres a la deriva . Rudolf, presidente de la Audiencia, antiguo comandante de un campo de concentración y entusiasta defensor de la figura de Himmler , que vive en el desamparo de sus obsesiones nacionalsocialistas; Vera, que ha entregado su vida y su sexualidad a favor de su hermano; y Clara, víctima de un bombardeo aliado, que la mantiene postrada en una silla de ruedas, y víctima del resentimiento, del rencor y del odio de su familia.
La acción transcurre un 7 de octubre, fecha en la que se celebra uno más de los aniversarios del nacimiento de Heinrich Himmler.
Cuánta verdad hay en la interpretación de cada uno de estos personajes, cuánta emoción y saber. El Rudolf de Pep Cruz es sencillamente soberbio, con ese mundo de nostalgia y brutalidad que no encuentra ya un asidero. Qué elocuentes los silencios de Clara interpretados sabiamente por Marta Angelats . Y qué lección dramática nos da la Vera de Mercè Arànega , el vital sacrificio de su vida. Sobresalientes también los audiovisuales de Luckas Twarkowski .
Vivimos una época terrible, dice Rudolf, los defensores de la democracia son sus asesinos, solo hay degradación. Bajo esta premisa Lupa monta un discurso de advertencia contra ese pesimismo que cuestiona la validez de nuestro sistema y de nuestros valores y nos advierte también hasta qué punto el miedo, la soledad o el abandono tienen una dimensión no solo existencial sino política.