CRÍTICA DE TEATRO

«Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín»: la destrucción o el amor

El festival de Otoño a Primavera presenta la obra de García Lorca en una producción dirigida por Darío Facal

Emilio Gavira y

JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN

«Viejo con moza, mal retoza», «Vejez con amor, no hay cosa peor». Refranes no faltan sobre las relaciones entre una jovencita y un viejo, que, objeto de sátira, material burlesco o carne de tragedia, es uno de los temas que se asoman al teatro de todas las épocas: está en «Aulularia« de Plauto , en los entremeses cervantinos «El juez de los divorcios« y «El viejo celoso», en «La discreta enamorada» de Lope , Leandro Fernández de Moratín lo abordó en un par de obras, «El viejo y la niña» y “El sí de las niñas”... Y Federico García Lorca lo llevó a los argumentos de «La zapatera prodigiosa», «Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita», «El retablillo de don Cristóbal» y «Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín».

«Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín» (****)

Autor: Federico García Lorca. Versión: Alberto Conejero. Dirección: Darío Facal. Espacio escénico: María de Prado. Iluminación: Manolo Ramírez. Vestuario: Ana López Cobos. Música: Room 603. Intérpretes: Emilio Gavira

Olivia Delcán

Darío Facal lleva a escena esta última en un montaje delicioso, emocionante, divertido y profundo que explora los distintos niveles de una pieza cuyo trasfondo popular le da apariencia de ligereza y en la que el poeta granadino logró hacer latir el corazón de lo trágico en el interior de una farsa. La inteligente, sensible y precisa versión de Alberto Conejero incide en esos aspectos, introduciendo fragmentos de «El retablillo de don Cristóbal» en una maravillosa e imaginativa escena onírica que viene a subrayar tanto la oscura pulsión erótica como la carcajada grotesca subyacentes en el epitalamio del matrimonio desigual. Además, contribuye a contextualizar la azarosa peripecia de la obra, desde que el autor la concluyó en 1925 hasta su estreno en 1933, en una introducción puesta en boca de un poeta, que, interpretado sobria y eficazmente por Kees Harmsen , interviene también en otros momentos de la función.

Todos esos elementos los equilibra magistralmente Facal, que, si saca notable partido de lo cómico, trenza con delicadeza los hilos trágicos de la inmensa pasión de Perlimplín por la joven Belisa en la que se aúnan la destrucción y el amor. La preciosa escenografía de María de Prado ilustrada por Javier García Herrero contiene una atractiva iconografía orquestada como una especie de altar pop que ensambla el collage y el neón. Fantástico el vestuario de Ana López Cobos y muy bien los intérpretes: Emilio Gavira compone un sublime Perlimplín que es pura sensibilidad perpleja y Olivia Delcán hace de Belisa una lolita encendida y que enciende; estupenda la criada Marcolfa encarnada por Berta Ojea y muy ajustada la madre servida por Cristina Otero .

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