El amor que desborda las pantallas

Lautaro Perotti y Santi Marín, en «Próximo» Timbre 4

Diego Doncel

Internet está creando nuevas formas de relación, nuevos imaginarios y nuevos lenguajes. Claudio Tolcachir, uno de los más destacados dramaturgos argentinos de hoy, nos propone en «Próximo» una relación amorosa en la era de Skype, de WhatsApp y de la telefonía móvil. En Madrid se encuentra Elián, un joven actor de series televisivas; en Australia vive como inmigrante ilegal el argentino Pablo. «Próximo» relata el proceso de caída personal de ambos personajes y el amor como posibilidad, como insistencia y finalmente como refugio, como destino frente a las inclemencias vitales. El escenario se convierte en el campo de batalla donde ambos realizan ante el público la ilusión de un juego de espacios, de un cerca y un lejos que se viven en esos cuartos distantes, montados sobre el asfalto de un tramo peligroso de carretera, con quitamiedos y todo. Tolcachir ha sabido crear esa multiplicidad escénica de forma natural, extremadamente eficaz, ese diálogo interpretativo donde Pablo y Elián, a un palmo de distancia, se encuentran en realidad a miles de kilómetros, en las antípodas. Ambos, a golpe de pantalla, se ven y se oyen, nos relatan la construcción de un amor, las crisis familiares, laborales o migratorias propias de nuestro tiempo, pero desde la orfandad corporal.

«Próximo» posee la fuerza de la realidad, la fuerza de la cotidianidad, la fuerza de estas dos voces, donde cada una de ellas es depositaria de un algo de fatalidad, de búsqueda y de esperanza en el otro. Todo ello porque Tolcachir sabe expresar en su teatro el mundo contemporáneo y hacerlo de forma cautivadora y veraz, aunque aquí con un sesgo demasiado marcado por el costumbrismo.

Las interpretaciones de Santi Marín (Elián) y Lautaro Perotti (Pablo) están llenas de recursos para hacer verosímiles cada una de sus acciones, son sutiles, diáfanas. Van desde el juego de sus cuerpos solitarios hasta los mensajes de sus miradas, de los tonos de voz. Desde el humor, la comedia o el drama hasta los momentos de una mayor descarga sentimental cuando la soledad es el precipicio de una pantalla en negro.

«Próximo» es una obra de sutilezas emocionales que posee una indudable dimensión política, la del individuo perdido en la historia de nuestro presente, cada vez más empequeñecido por los vaivenes económicos y las encrucijadas geosociales. Pero es conmovedora porque apuesta por la pequeña revolución del amor, por la apertura al otro, por el consuelo de la compañía cómplice, aunque sea virtualmente, al otro lado del mundo, porque entonces los corazones desbordan las pantallas.

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