El alivio de la farsa

La cena de cumpleaños de una exitosa autora y directora teatral sirve de escenario para esta reflexión sobre la infelicidad, la hipocresía, el discurso correctamente político y el postureo -entre otros asuntos- que Rubén Ochandiano, autor y director de la obra, cuenta en tono de farsa, con tintes grotescos, expresionistas y guiñolescos. El título de la función -'El alivio o la crueldad de los muertos'- es también el título de la obra que está escribiendo la protagonista. Trazas del teatro del absurdo atraviesan la desigual pieza, que comienza cuando su protagonista y su pareja, un atractivo actor más joven que ella, deciden despedir a su asistenta, Jessica, una joven colombiana a la que, sin embargo, seguirán dando órdenes durante toda la noche.
Rubén Ochandiano ha creado un espectáculo 'chillón'; no quiere decir que los actores griten, que no lo hacen, sino que la puesta en escena es excesiva en sus formas (el espacio escénico que firma Rafa Lladó es potentemente sugerente), que hay en ella tintes caricaturescos y estrafalarios, tanto en el vestuario como en los personajes y en el código escogido para contar la historia, que incluye un puñado de breves coreografías. Lo contrapone con la sobriedad -rayana al hieratismo- del personaje de Jessica, que circula por el escenario sin que el rictus de su cara varíe a pesar de las cosas que le pasan (alguna de ellas terrible). La historia, sin embargo, no acaba de alcanzar el vuelo que se prevé en el inicio, y lo lastran algunos monólogos, especialmente el final, que desorientan más que aportan. Es muy digno de aplauso el trabajo que realizan los actores, instalados en ese filo entre parodia y realidad, con mención especial para Sergio Mur, Tomás Pozzi y Alicia Rubio.