Àlex Rigola convierte «Un enemigo del pueblo» en una votación

El teatro Kamikaze presenta una singular versión de la obra de Ibsen en la que el público participa

Irene Escolar e Israel Elejalde, en una escena de «Un enemigo del pueblo» Vanessa Rabade
Julio Bravo

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Los últimos trabajos de Álex Rigola están impulsados, asegura el director catalán, por una inquietud: la naturaleza de su relación con los espectadores y el conflicto entre actor y personaje. «Para mí es fundamental atravesar la cuarta pared», dice Rigola, que se hace también una pregunta: «¿hasta qué punto es el actor y no el personaje quien está en el escenario?» Su investigación en este camino se pudo ver en « Vania », la elitista versión del texto de Chéjov que presentó hace unos meses en los teatros del Canal, y tiene continuidad en la particular puesta en escena de «Un enemigo del pueblo» , de Henrik Ibsen , que se acaba de estrenar en el teatro Kamikaze . Sus intérpretes son Nao Albet, Israel Elejalde, Irene Escolar, Óscar de la Fuente y Francisco Reyes . Guillermo Toledo , que debía participar en el montaje, se desvinculó de él hace apenas unos días -oficialmente por problemas de agenda-, sin que se le haya buscado sustituto. ««Con Willy Toledo esta hubiese sido una obra muy diferente», dice Rigola, que añade que su papel hubiera sido un segundo Stockman, personaje al que encarna Israel Elejalde. «Uno lo asumiría y el otro observaría».

Esta «versión libre» de «Un enemigo del pueblo» no es, reconoce Rigola, « teatro canónico ». «El espectador sale de la sala con muchísimas preguntas; todo el mecanismo está pensado para lograr este fin». Preguntas que se hace el propio director: «¿Hasta qué punto somos libres? ¿A qué precio? ¿Nos autocensuramos? ¿Qué valor tiene nuestro voto? ¿ Es legítimo votar pensando más en los intereses propios que en el bien común ? ¿Tengo derecho a vender mi voto? Si eso es lo que pretendo, ¿debo ser privado de ese voto? ¿Cuántas veces nos está permitido desviar la mirada ante una injusticia a cambio de no perder el trabajo o herir a una persona o perder una posición o arriesgar nuestro físico? ¿Qué somos capaces de callar a cambio de la supervivencia económica de nuestra familia?»

No es extraño, pues, que el espectáculo, que cuestiona el sufragio universal , comience con los actores lanzando varias preguntas al público, que vota SI o NO con unas papeletas que se le entregan a la entrada. Finalmente, los espectadores tienen que decidir si se continúa la representación o se marchan a casa (se les advierte de que deberán acatar lo que decida la mayoría y que no se les devolverá el precio de la entrada; el día del ensayo general, el público votó que no se llevara a cabo la función , algo que no ha vuelto a ocurrir desde entonces).

El trabajo actoral es otro de los pilares sobre los que se asienta la singularidad de la propuesta: «Quiero que el actor no se difumine detrás del personaje », dice Rigola, que reconoce que les pide a los intérpretes una desnudez que les resulta muy difícil. «Compartir tu experiencia con el público es algo muy potente -asegura Irene Escolar-, pero es cierto que aqui tengo la sensación de estar mucho más desnuda que en otras funciones».

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