Albert Boadella: «No ser de izquierdas en mi gremio es un pecado mortal»

Su reflexión sobre el revisionismo histórico en la obra «¿Y si nos enamoramos de Scarpia?» vuelve a los Teatros del Canal durante el mes de agosto

El dramaturgo estrena una obra que, con la opera como excusa, aborda las grandes polémicas actuales Maya Balanya
Javier Villuendas

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Albert Boadella (Barcelona, 1943) tiene tres cumpleaños. Ayer, cuando hicimos la entrevista, fue el día que nació. Hoy es la fecha «oficial», la de Wikipedia. Sucede así porque su padre («no sé por qué», dice el dramaturgo) apuntó el 30 de julio en el registro. Y luego tiene otro cumple, ya que «La Vanguardia», en sus onomásticas, le situó en un 10 de julio. «Y entonces me llamaba la gente el 10 de julio. Y yo no lo contradigo. Esos errores no hay por qué corregirlos». Al autodesignado como presidente de la imaginaria Tabarnia también hay que felicitarle porque reestrena la semana que viene, en los Teatros del Canal, «¿Y si nos enamoramos de Scarpia?» , una obra coescrita junto a Martina Cabanas en donde sus personajes cantan arias y debaten acerca de cómo valorar a día de hoy a los más míticos personajes femeninos de la historia de la opera. ¿Machismo? ¿Revisionismo? ¿Cultura de la cancelación? ABC ha charlado con el fundador de Els Joglars y sempiterno polemista acerca de estos términos tan en boga.

- Vuelve el teatro frente a la pandemia.

Los Teatros del Canal han hecho, especialmente estos últimos meses, una muy buena gestión. Ha colocado un cierto ejemplo de empezar otra vez a levantar el ánimo, también de nuestro gremio, uno de los grandes perjudicados. Los Teatros del Canal fueron los primeros que abrieron. Con esta obra, que ya se hizo allí y que funcionó muy bien desde el punto de vista del público, con llenos constantes, han creído que era una forma, de nuevo, de atraer al público puesto que los teatros toman medidas muy bien pensadas y excepcionales para que se pierda un poco el miedo por volver al teatro. Es una obra que es para toda clase de públicos, de fácil comprensión, una música bella y con un tema muy actual: esta especie de reyerta entre hombre y mujer.

- En su obra se aborda «la controversia de valorar, desde la óptica actual, el machismo de algunas piezas emblemáticas de la historia de la ópera». ¿Cuál es su posición?

Mi posición es totalmente contraria, es ridículo. Tan solo el pasado de hace 50 años, por poner un ejemplo de cuando yo era joven, incluso ahí juzgarlo ahora ya es complicado. Las circunstancias cambian, el ánimo de las generaciones es distinto y, por tanto, tachar de machista a Verdi por la forma en que trata determinados temas o a Puccini es una insensatez y un despropósito total. Lo que pasa es que esto viene sucediendo. Esta obra toca un problema con cierta ironía porque hay posiciones extremadas que algunas tienen un lado cómico o ridículo pero también se analizan los temas que son sensatos. Por ejemplo ciertas posiciones de determinados hombres que están en lugares de responsabilidad y pueden abusar, pues esto es una realidad. Por eso yo utilizo un director de orquesta y sus dos soprano con tres carácteres muy distintos. Estaría el director que es un hombre culto y educado que de cuando en cuando le sale este lado, digamos, machista. Quizá por educación, por su propio puesto. Y hay dos mujeres. Una, muy radical en estas cuestiones, que toma ciertas actitudes que, por momentos, resultan cómicas; y otra más común que es una soprano que lo que le interesa es la música y que ese tema de las refriegas entre el hombre y la mujer no le interesan y, más bien, le molestan. Poniendo en función ese trío aparece una obra que el tema sale muy claro y directo y sin ser desagradable. En la propia música se utilizan muchas arias y óperas muy bonitas porque las soprano las cantan magníficamente y el director, que también es un tenor, también canta. La parte de la belleza, el material escénico, contrasta con la otra parte que, digamos, más desagradable. A mí siempre me ha gustado la mezcla eficaz del teatro-arte. Jugar con la belleza y, al mismo tiempo, con la sátira. Y, a veces, son sátiras muy duras.

- Analizando el tratamiento de los diferentes personajes femeninos en la opera y al documentarse, ¿encontró algo que le sorprendiera? ¿Considera que actualmente cabría decir que sigue habiendo machismo estructural como sostiene el movimiento feminista?

Es evidente que en el pasado hay momentos… La historia no siempre ha sido la misma, ese es un error inmenso. No todo el pasado es exactamente igual. Ha habido momentos en los que la posición del hombre ha sido claramente dominante y la mujer tenía muy pocas oportunidades en el mundo profesional y artístico. Y otros momentos en los que no ha sido así. También depende de los países. No olvidemos que España tuvo reinas. Francia no tenía reinas por la Ley Sálica. Podría ser reina regente… Es muy complicado hacer estas valoraciones históricas. Ahora bien, yo no tengo sobre eso un juicio muy duro. Simplemente ha habido un intento siempre del ser humano de tratar de tamizar ciertas cosas de la naturaleza. Tamizarlas con tiento, inteligencia y astucia. Quiero decir que cuando enfocamos este tema no hay que olvidar la atracción, dentro de lo común, que puede sentir un hombre por una mujer y viceversa. Puede ser enormemente potente. Y cuando aparece seguramente en la mujer es más tamizado, no tiene esos grados ni potencia. Por eso, poco a poco, a lo largo de los siglos, pues lo vamos equilibrando y que el hombre vaya poniendo más reflexión en su parte zoológica, por así decirlo. Pero no es sencillo. No hay que olvidar que si hacemos de esto un enfrentamiento entre los dos géneros también las consecuencias pueden ser muy contradictorias. Yo conozco casos de jóvenes que van con un temor tremendo a no provocar conflictos con sus propias compañeras, amigas, etcétera. Eso es por un ambiente de enfrentamiento que yo creo que perjudica seriamente a los dos géneros. Hay cosas que son enormemente exageradas. Ahora bien, los hombres, por la parte que me toca, aunque es difícil que ahora tenga problemas de este tipo, que los hombres reconsideren muchas costumbres y cosas, y que hacían tranquilamente, por tradición, por costumbre, por lo que sea, y que quizá no eran justas, me parece muy bien. Y lo mismo a las mujeres, que no son seres más inocentes que los hombres. También tienen que reconciliar cosas de la forma de como tienen que tratar a los hombres. Entre ellas conocer que el hombre tienen unos impulsos fisiológicos que son los que han hecho que hoy existamos. Por así decirlo, los que han atacado siempre… por lo tanto, hay que vigilar muy bien. Porque el hombre tiene gestos y cosas que, a veces, pasan su contención mental. El conocimiento profundo del otro género. Antes, en mi generación, una mujer sabía que había que ir con tiento en ciertas cosas con los hombres. Es decir, que un hombre se disparaba con mucha facilidad, había que vigilar si no lo deseaba directamente, había que vigilar en no colocarlo en determinadas situaciones. Como un hombre hacía lo mismo con una mujer. Nosotros sabíamos que había cosas que no podíamos hacer que una mujer. Podíamos hacerlo con un compañero, pero no con una mujer. No se hablaba con el tono de la misma manera que se hablaba con una mujer, en muchísimas cosas. Ya de pura forma. Ahora esta idea de igualitarismo entre los sexos, que desde un punto de vista legal es indiscutible y, por descontado, nada vamos a decir de ello, no puede haber desigualdades. Pero hay que entrar en otras zonas, en formas de comportamiento de sus propios ámbitos de libertad en cuanto a género.

- Hay datos sobre diferencias de violencia ejercida de unos a otros o escasez de mujeres en puestos directivos, por valorar algunos elementos, pero ¿cree que antes sí podía haber machismo pero ahora ya habría igualdad? ¿O falta camino?

Sin duda ha habido grandes avances. Creo que desde el punto de vista humanístico, el hecho más importante del siglo XX, por encima de avances científicos y etcétera etcétera, el hecho más importante que ha condicionado y condiciona la sociedad es la emergencia de la mujer en cuanto a trabajo, igualdad y todo. La nueva posición de la mujer es el hecho más relevante. Esto es una evolución esencial del género humano. Y, sin duda alguna, siempre habrá cosas que mejorar pero estamos en una situación que en muy pocos años liquidará esta desigualdad en los planos laborales y de otro tipo. Otra cuestión es la de la violencia que un hombre puede ejercer sobre una mujer. Esto ya es otra cuestión, porque aunque las leyes lo ponen claro y en su sitio, hay todavía actitudes que hay que liquidar. Y eso cuesta más, porque afecta a reacciones que tienen ver con una mentalidad muy introducida en el género masculino, entre ellas la más importante patología de la celotipia. Es decir, la posibilidad de que una mujer te abandone por otro genera en el hombre un trauma potentísimo y su reacción, según el tipo de hombre que es, puede ser violenta. Solo hay una solución para eso que es la educación y ciertas medidas de coacción. Pero eso hay que colocarlo en otro ámbito distinto del legal y de la igualdad de oportunidades hacia la mujer. Y creo que en muy pocos años esto estará igualado e, incluso me atrevo a hacer futurismo, se habrá superado por parte de las mujeres, y habrá que colocar la paridad a la inversa.

- ¿A qué se refería antes, concretamente, con lo de conocer el carácter de los hombres?

Vamos a poner ejemplos concretos. Los hemos vivido. Una chica que está en un lugar donde los hombres y mujeres van completamente alcoholizados y se va con un grupo de hombres. Esto, en mi generación, que ya era una generación muy abierta, una mujer no lo hacía. Sabía que corría unos riesgos y no lo hacía. Ahora en esta sensación y ambiente de igualdad, se atreve. Y el riesgo sigue existiendo. No digo que siempre sea así pero sigue existiendo, y cuando un hombre tiene una dosis de alcohol importante pues en vez de dedicar a hacer poesía, como quizá habíamos hecho muchos, se pasa por la cabeza atacar una mujer. Eso antes las mujeres lo sabían a la perfección. Quizá ahora lo sepan, pero lo hacen. Y sobreviene el drama. Y, por supuesto, sin quitar todas las responsabilidades que puedan tener los hombres.

- Su obra teatral aborda el debate acerca de las mujeres en el mundo de la ópera. Estos días, hemos sabido que el Festival de Música de Salzburgo, uno de los más importantes del mundo, ha anunciado que va a homenajear a Plácido Domingo por su «influyente» y «excepcional» trayectoria, justo un año después de las acusaciones de acoso. En Estados Unidos le cancelaron sus contratos y aquí, en Europa, se le mantuvieron. ¿Cómo vio la causa contra el tenor? ¿Le conoce? ¿Cómo analiza esta diferencia de trato entre continentes?

Yo le conozco, le he tratado no mucho pero le he tratado. Es extremadamente amable y cariñoso. Indudablemente, diríamos que tiene una debilidad por las mujeres. Le gustan mucho. En principio, no debería ser extraño que a un hombre le gusten las mujeres, pero en su caso le gustan mucho. Es un hombre que en seguida siempre pone la mano encima, te coge por el hombro, es de esas personas afectuosas. Lo que le ha sucedido es a consecuencia del puritanismo de Estados Unidos. Ha actuado el puritanismo. Montar una denuncia 30 ó 40 años después, esto se entiende en Estados Unidos. Aquí nosotros consideramos, que, en fin, había que decirlo en el momento. Fuera como fuera y con los riesgos que supusiera para la persona que se sentía acosada. La vida es así. Si un hombre está en un puesto superior e intenta hacer una coacción a través de tu trabajo... Si la situación es directa y te pone la mano encima está la posibilidad de pegarle una patada y un bofetón. Y, la segunda, ir a una instancia superior. Delatar esta situación. Pero 30 ó 40 años después, en el mundo europeo esto significa una posición incomprensible. Dicho esto, cuando un hombre tiene una responsabilidad tiene que vigilar lo que hace. Yo he sido director de Els Joglars durante 52 años, he dirigido a muchísimas actrices. Jamás tuve ningún problema… es que jamás puedes aprovecharte. Si a un director le gusta su secretaria, tiene todo el derecho a intentar conquistarla, eso sí. Pero no poniendo la coacción a su puesto, porque es ejercer una violencia que no es propia de una persona educada y honrada y correcta. Por cierto, si existieron estos acosos no estuvieron bien hechos por parte de quien los hiciera.

- En «¿Y si nos enamoramos de Scarpia?» se enfrenta al viejo tema del revisionismo histórico. Últimamente, como consecuencia del movimiento antirracista «Black Lives Matter», se han señalado a una serie de personajes históricos e incluso se han derribado o vandalizado estatuas de Colón, Churchill, Cervantes… ¿Con qué sentimientos siguió esta fiebre?

Eso es ha sucedido toda la vida. Ciertos monumentos han sido extinguidos por los políticos, reyes, tiranos… Incluso hemos visto como el ISIS destruía obras de arte preciosas porque consideraba que formaban parte de una cultura degenerada. Eso no quiere decir que esté bien hecho, es un instinto maligno a mi entender. Es la no aceptación del pasado, de la historia, y es una venganza vil en efigie que moralmente es indigna. Este es el problema. Lo que hay que hacer es hacer las cosas para que no sucedan. Ahora hacemos todo lo posible para que no sucedan situaciones de esclavitud, no naturalmente como las había antes, sino de otro tipo. Eso es lo que hay que hacer. Pero emprenderla con el pasado está fuera de lugar. Aquí hemos vivido una parte con el franquismo. Depende de qué cosas es mejor quitarlas. Con el franquismo se pusieron nombres de sus allegados por todas partes y a mí me pareció muy bien no tener esos nombres siempre y cuando esos hombre nos hubieran sido artistas o personas de interés. Ahora bien, una estatua que puede tener una belleza, la destrucción de eso me parece una barbaridad. Se pueden almacenar si hay demasiadas. De Franco había una profusión excesiva, digamos, pero la destrucción… incluso es bueno que haya cosas que públicamente las veamos. Recuerdo un viaje a Núremberg, aquel espacio en el que hacía mítines el nazismo. A mí me impresionó y me hizo recordar las cosas. Creo que está bien conservarlo, igual que los campos de concentración. Lo de ahora es una cosa trágica, ridícula, da risa.

- ¿Le consultaron si quería secundar la carta de los intelectuales españoles en apoyo al manifiesto publicado en la revista Harper's donde se apuntaba al auge de la intolerancia ante el debate en la izquierda?

No me preguntaron si quería apoyarla. Supongo que sería un grupo de izquierdas.

- Bueno, estaban Mario Vargas Llosa, Arcadi Espada, Cebrián... también gente más joven.

Pues a los que les tocó pedírmela considerarían que yo no estaba en su línea.

- Creo que comentaron que por la logística y, quizá, las prisas no estaban todos los que podían ser.

Es posible, a mí no me lo preguntaron.

- ¿Pero secunda el texto?

Hombre sí. Sin duda. Estamos entrando en un momento, y artísticamente esto es muy importante, en el que hay una presión de la sociedad, diríamos por una sociedad muy progre, que va colocando ciertos tabús casi a un nivel religioso. Hay cosas intocables, tabús intocables. Cuestiones del feminismo, el cambio climático… Y eso tiene un problema. A la que te enfrentas a un tabú te criminalizan en las redes de una manera brutal, un juicio público y paralelo en el cual te ponen como un ciudadano asocial total, un enemigo de la sociedad. ¿Qué produce? En el mundo del arte produce autocensura. En el mundo del teatro, hay muy poca obra crítica en función de esta sociedad progre. Muy poca, por no decir escasa o ninguna. La parte más importante del teatro es de una sola tendencia. ¿Por qué? Porque se aplica la autocensura. No se aplica la censura de los Estados porque ahora es la propia sociedad quien obliga a la aplicación de la autocensura, hay temas tabús. Y la sociedad tiene un potencial tremendo a través de las redes que pueden crucificar a quien sea. Por tanto, hay que andarse con mucho cuidado.

- Pero si uno realiza fuertes críticas o comentarios, puede esperar que también le hagan críticas contundentes, ¿no?

Un ejemplo. Cuando surgió todo lo de Plácido Domingo, a través de Twitter. En una conversación, no era un tuit, me preguntaron si me parecía bien y, en tono de humor, dije algo sobre sus manos… que las manos de un hombre ataquen a una mujer… hombre, que las manos de un hombre no están hechas para estar quietas. ¡La que se montó! Era una ironía… y también casi un hecho lógico. Al hombre si una mujer le gusta casi es natural que se le puedan ir las manos. Otra cosa es que le detengan. Pero si al hombre siempre le hubieran detenido las manos, ya no existiría la especie… Me dijeron de todo. «Machista asqueroso», etc. ¿Qué pasa? Pues que ese tema yo no lo vuelvo a tocar y no lo hago ni en el teatro. Pero como yo he vivido auténtica censura, que es la censura franquista, pues no me van a acojonar esos inquisidores. Sigo exactamente igual. Pero un chico que empieza en una cosa artística puede ser coaccionado. La censura de antes de alguna manera te protegía. Tú sabías lo que podías decir, lo que no podías decir, y tenías que tener ingenio para decir las cosas entre líneas. Estaba marcado. En este momento no está tan claro. Es evidente que según que frases digas, por ejemplo en el mundo del feminismo, tendrás un cabreo montado al instante. Otra cosa es que puedan hacer un artículo y que te dejen de vuelta y media, de acuerdo, sin problema. Pero otra cosa es que te machaquen públicamente y, generalmente, sacando las cosas fuera de contexto para machacarte.

- Los críticos al manifiesto, entre otras cosas, veían victimismo.

A ver, yo de lo que me quejo es de las consecuencias. Que haya ignorantes o gilipollas en el mundo, qué le vamos a hacer. De eso no me quejo, me quejo de las consecuencias. Especialmente en mi gremio han sido nefastas. Porque en las obras de teatro funcionan todas bajo una sola dirección de lo correctamente político. Y generalmente con una tendencia progre izquierdista muy notable... pero muy notable. No ser de izquierdas en mi gremio es un pecado mortal. Significa estar señalado, una excepcionalidad. Y lo lógico sería que hubiera una gran diversidad para estar en una y otra posición.

- El pasado mes de junio se cumplieron 15 años del manifiesto firmado por 15 intelectuales, entre ellos usted, que supuso el germen del que nacería Ciudadanos. ¿Cómo valora desde la perspectiva de todos estos años el papel jugado por este partido y cómo ve su futuro con Arrimadas?

En Cataluña tuvo un papel muy importante. Fue el partido del «No». Eso es una inducción al conjunto de los ciudadanos aunque no estén en la misma línea, pero era cuestión de enfrentarse al nacionalismo que era el gran riesgo y miedo. Y allí lo hizo muy bien. Personalmente, creo que que Inés se marchara de Cataluña fue un error. Si una cosa funciona, tocarla es de alto riesgo. Pero tiene esta mujer un acoso, esta vez no por los hombres, sino por los nacionalistas, y ella prefirió no tener que vivir así. Lo cual es humano. Esto ha tenido consecuencias en el resto del partido. Se ha perdido en Cataluña, no tiene el potencial que tenía y debería tener, y en el resto de España ha sido un partido muy importante, bisagra, pero en los últimos tiempos las cosas se le han complicado. ¿El por qué? Ha habido una situación propia de este partido, es un partido de votantes de «morro fino», de una fidelidad limitada. El PSOE y el PP tiene un votante fiel, en cambio este partido alcanza a un segmento de la sociedad que no está demasiado decidido a la izquierda o la derecha y según cómo cambien los acontecimientos se mueve más hacia un lado o hacia otro. No es un votante fiel. Por lo tanto, en un momento en el que el partido hizo unas cosas, el caso de Albert Rivera, que no gustaron a una parte de los votantes, e incluso abandonaron el partido incluso gente del partido. Es el riesgo de este partido pero creo que su importancia es vital. Es un partido que tiene una colocación importantísima, una colocación en un juego con un punto de oportunismo incluso, en algunos momentos, porque según las circunstancias se mueve. Cosa que a mí me parece muy bien, un partido sin una ortodoxia fija y absoluta. Y eso a mí me gusta. Pero tiene que comunicar. Albert Rivera, que era buen líder, quizá no supo comunicar bien que Sánchez era un hombre enormemente peligroso. No lo supo comunicar. Después, en un aparte, yo creo que hay gente que ha visto que es un hombre, digamos, de alto riesgo. Un hombre sin ideología y, me atrevo a decir, sin moral. Esto es un enorme riesgo. No lo supo equivocar y aquí creo que se equivocó. No en el error de no pactar. Y ahora un poco se paga, se está pagando este error. A lo mejor el partido afloja más, pero yo creo que hay un segmento muy importante de la ciudadanía que estaría en una posición muy parecida a la que tiene este partido. No será un partido de ciento y pico diputados. Eso no. Pero que su fuerza sería de 30 diputados como máximo. Pero es muy importante para dar salida en ciertos momentos y agrupar un conjunto muy amplio de ideas que no se encuentran en la ortodoxia más fija. Los partidos acumulan muchas historias, muchos muertos por así decirlo, en el caso del PSOE se ve muy bien y, en el caso del PP, también. En cambio, este partido acumula muchos menos muertos. No se le puede acusar de ser un partido corrupto, con cloacas del Estado y cosas de estas. Eso es un aspecto muy positivo.

- Habrá quien piense que es porque no ha gobernado demasiado aún.

Sin duda, sin duda. Estoy totalmente de acuerdo. Pero qué le vamos a hacer, la nueva política es esto. Hay cosas que hay que renovar y hay cosas que se han hecho viejas y se van pudriendo. O haces una revolución interna o se mueren por la propia lógica. La putrefacción es algo que forma parte de la naturaleza para que otras cosas sobrevivan. Eso funciona así, por lo tanto este partido tiene su parte positiva.

- Volviendo al teatro, ¿va a ser muy devastadora la pandemia para su sector?

Si dura, si no hay una solución sanitaria pronta, va a ser nefasto. Porque la gente, obviamente, tiene miedo. Tenemos miedo todos. Porque desconoce lo que se debe hacer, constantemente aparecen variantes en las formas de prevención. Que si la mascarilla sí, que no, que hay unos individuos que proyectan el virus a kilómetros de distancia (risas)... Por tanto, encerrarse de 300 a 500 personas es una cosa que da un cierto temor y lo comprendo. Ya ha sido nefasto, vamos a ser uno de los gremios seriamente perjudicado como el turismo.

- ¿Se le ocurre alguna medida que pudiera ser útil?

No. La única, que se está haciendo, y además es muy segura, es intentarlo con muchísimo cuidado. Pero pocas cosas más se pueden hacer. Se han intentado hacer cosas al aire libre, eso está bien. Ahí el riesgo se rebaja, pero no veo más solución que la pronta aparición de la vacuna. Si no es así, este sector va a sufrir muy en serio.

- ¿Cómo está viendo la gestión de la pandemia en España?

Hombre, no muy bien. El resultado en función de otros países no es muy optimista. Siempre puedo poner por delante el atenuante de la sorpresa, pero fuera de esto yo creo que hay situaciones que se han producido que son desastrosas. Por ejemplo, aparte del propio presidente Sánchez, cuando finalizó el aislamiento, el «virus está siendo controlado». Son frases muy arriesgadas, parece que se ha acabado el peligro. Desde el punto de vista didáctico fatal, y desde el punto de vista político puedo aceptar ciertos atenuantes. Pero ahora todavía peor. En el momento más crucial que había que ir con el mayor cuidado para intentar que el turismo no desertara pues aparecen brotes por todas partes, algunos de ellos muy previstos. Como el de los temporeros. ¡Esto no era imprevisible! Era totalmente imaginable. Mucha gente hacinada sin ninguna prevención, eso se tenía que saldar con cantidad de contagios.

- Y como presidente de Tabarnia, ¿qué medidas tomó para enfrentarse al Covid-19?

La única medida que tomé fue intentar salvar mi piel, fue la medida de urgencia y poco me preocupé de la piel de los demás. Porque yo estaba en este gueto especial que es el riesgo, zona de alto riesgo. Y no me preocupé de nada más que de mí y de mi mujer que somos los que vivimos juntos. Hice mucho caso, no a lo que decía la OMS, que parece que no hay que hacer mucho caso, sino a lo que decía el sentido común. Yo tengo un hijo que vivía en Shanghái (China), y me orientó muy bien de lo que pasaba en esta pandemia. Incluso me envió mascarillas cuando aquí costaba tanto encontrarlas.

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