CRÍTICA DE TEATRO
Albert Boadella, el bufón ante el espejo
El creador de Els Joglars presenta su monólogo «El sermón del bufón»
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Albert Boadella (Barcelona, 1943) es uno de los más inteligentes bípedos que pisan nuestros escenarios, un gran creador teatral que asume para sí el papel de bufón y lo hace con orgullo, consciente de los efectos benéficos de la sátira y de la importancia higiénica de esa figura lenguaraz en la salud social, pero también del peligro que conlleva hacerlo como él, a cuerpo limpio, aunque esa cuota de riesgo la asume seguramente con cierta deportividad. Tras ocho años al frente de los Teatros del Canal y desligado desde hace cinco de Joglars, en «El sermón del bufón» hace balance de su vida artística y de su vida personal en relación a aquella.
«El sermón del bufón» (****)
Interpretación
guión y dirección: Albert Boadella. Dirección escénica: Martina Cabanas. Iluminación: Bernat Jansá. Espacio escénico: Dolors Caminal. Vídeoescena: Álex Romero. Teatro Marquina. Madrid.
En ese relato cronológico necesita un antagonista y nadie mejor que él mismo, tal vez por ser la persona que más a mano tiene. Así que se desdobla en Albert y Boadella, el impulso y el instinto frente a la reflexión , el joven indómito y gamberro frente al artista cívico; más o menos la rauxa frente al seny, como dicen allí donde nació. Un ser dual que el genial bufón retrata en una significativa y hermosa imagen extraída de su memoria de infancia : es ese niño que arroja a un pozo el cochecito de hojalata que le acaban de regalar y también el que nunca dejó de intentar recuperarlo. Alguien que resume su vocación teatral en una frase pícara: «No se imaginan el placer de engañar cada noche a cientos de espectadores», algo que los políticos, dice, experimentan en mayor grado al ser mucho mayor su público.
Los dos extremos se complementan y se amalgaman en la figura culta e irónica, provocadora, heterodoxa y antisectaria, capaz de poner en solfa con su talento las vergüenzas de tirios y troyanos, como se evidencia en el muestrario de montajes con que ilustra su conferencia-espectáculo, original formato quizás similar a los protagonizados en su día por Ramón Gómez de la Serna . En una pantalla que ocupa el fondo del escenario, desfilan imágenes de sus comienzos como mimo (¡aparece con su compañía primigenia en un NO-DO!), de bastantes trabajos de Els Joglars («Gabinete Liberman», «Teledeum», «La Torna», «Ubú President», «Daaalí»...) y de sus recientes aproximaciones al universo musical («Amadeu», «Don Carlo» y «El pimiento Verdi»).
Un discurso apasionante y divertidísimo salpicado de reflexiones sobre las artes escénicas (a quienes gustan de plomazos los califica de «coprófagos del teatro»), la belleza y el arte, la terrible y pacata tiranía de la modernidad... Habla de su fuga un día antes de ser sometido a un consejo de guerra, de cómo conoció a Jordi Pujol en su despacho de la Banca Catalana, de lo estimulante que resulta tener enemigos… No tiene desperdicio este bufón colocado ante el espejo.