CRÍTICA DE TEATRO
«4», de Rodrigo García: El origen del mundo
El festival de Otoño a Primavera presenta este montaje del polémico dramaturgo
La penúltima estación del XXXIV Festival de Otoño a Primavera lleva el nombre de «4», una propuesta que Rodrigo García estrenó, en noviembre de 2015, en el Centre Dramatique Languedoc-Roussillon Montpellier , institución que dirige y a la que ha añadido el «nietzscheniano» apellido de «Humain trop humain». Como «obra concreta» define el autor –galardonado en 2009 con el XI Premio Europa Nuevas Realidades Teatrales– este trabajo, que incide y ahonda en las constantes postdramáticas de su producción, suma de elementos acumulativos, acciones, imágenes, proyecciones y textos diversos que van del aforismo y la proclama a la narratividad.
«4» (****)
Texto
dirección y espacio escénico: Rodrigo García. Iluminación: Sylvie Mélis. Vídeo: Serge Monségu
Para la numerología –lo he mirado en internet, obviamente– cuatro resume los cuatro elementos, las cuatro estaciones y los cuatro puntos cardinales, es el cuadrado y la materialización de las ideas, la construcción sólida asociada a la lógica y la razón, aunque también es el número de los comportamientos no convencionales, de la tenacidad y la resistencia. Tenaz, resistente y no convencional es, efectivamente, Rodrigo García, que en «4» reúne a cuatro intérpretes y exhibe cuatro gallos calzados con zapatitos infantiles , que, de esta guisa, caminan con inestabilidad beoda.
La suma de materiales diversos invita a la enumeración: el fondo del escenario lo ocupa una pantalla que recoge las imágenes que una cámara graba a la altura de las rodillas de los actores, detalles como la cuidadosa forma en que, en directo, Gonzalo Cunill alimenta plantas carnívoras con lombrices o un videoclip en el que las figuras de los intérpretes revolotean sobre un inmaculado fondo algodonoso de nubes; la pantalla, ocupada por una imagen gigantesca de «El origen del mundo» de Courbet , sirve de frontón contra el que Juan Loriente estrella pelotas de tenis que hacen trepidar la tanto tiempo secreta pintura del artista francés…
Hay también tiempo para una cumbia en la que Juan Navarro dirige los movimientos de los espectadores entusiastas que se animan a bailar sobre el escenario y para que Nùria Lloansi capte a uno de ellos para una conversación íntima a micrófono abierto mientras ambos permanecen encapsulados en sendos sacos de dormir, fragmentos de las aventuras del gallo Claudio como contrapunto animado de los gallos con botas, apoteosis de cascabeles, un dron con tubos que evocan la música de las campanas, dos niñas de nueve años maquilladas a la americana como reinas infantiles de la belleza, un guerrero japonés con su katana y su armadura en perfecto estado de revista…
«El origen del mundo fue la destrucción de la nada» se dice en un momento de la función, empapada de nihilismo y humor , de procacidad y belleza, de imaginación desatada y violencia, de sentido crítico y acumulación arbitraria, de hallazgos y reiteraciones, de lecturas y elementos autobiográficos. Tal vez Rodrigo García no resulte ahora tan provocativo como lo fue en los años 90 y a principios del siglo actual, pero sus espectáculos siguen siendo, a mi juicio, potentes, transgresores y descarados, más depurados, irónicos, contundentes y mejor acabados ahora que antes. Cunill, Lloansi, Navarro y Loriente, entregados y precisos, habituales desde hace años en las propuestas de García, están perfectamente integrados en este teatro tan físico, desinhibido y exigente para los intérpretes. «4», como otros montajes de este creador hispano-argentino, son un antídoto contra la indiferencia: o te fascinan o te repelen. Yo aún sigo votando por la primera opción.