CRÍTICA DE danza
Ballet Nacional de Cuba: Sangre y plumas
El conjunto que dirige Alicia Alonso presenta «El lago de los cisnes» en los teatros del Canal de Madrid
Este próximo mes de octubre se cumplirán sesenta y siete años del nacimiento del Ballet Nacional de Cuba . Su fundadora, Alicia Alonso , recordaba hace unos días que «cuando yo empecé a bailar, en todas partes del mundo pensaban que lo único que bailaban los cubanos era la rumba . Pues no. Los cubanos también bailan ballet». En buena parte, se lo deben a ella, a su talento, su tesón y su dedicación, que le hacen estar todavía, a sus noventa y cuatro años, y con todas las dificultades físicas que arrastra (no ve, oye mal y se mueve con problemas). Es, por tanto, una mujer digna de admiración .
El Ballet Nacional de Cuba es lo más parecido a una compañía clásico propia que hemos tenido en España en los últimos años (la Compañía Nacional de Danza anuncia su primer título del repertorio para diciembre: « Don Quijote »). En esa reciente travesía por el desierto, los cubanos fueron (lo son, aún) un socorrido oasis al que podían asomarse los aficionados madrileños, que conocen el repertorio gracias, fundamentalmente, a sus puestas en escena.
Ha arrancado el conjunto cubano su temporada en los teatros del canal con «la madre de todos los ballets», « El lago de los cisnes », casi un seguro para cualquier teatro que la programe. La versión de Alicia Alonso es sólida, cuidadosa desde el punto de vista estilístico. clara y movida... pero se ha quedado muy antigua (lo que se nota especialmente en el primer y el tercer actos) en su puesta en escena. En este sentido, la danza clásica se ha dejado contagiar por la danza contemporánea y por otras artes escénicas, y transita ya por otros caminos en el mundo entero. No es solo cuestión de presupuestos. Aunque seguramente pelea en desigualdad con otras compañías en este sentido, la producción del Ballet Nacional de Cuba es impecable en su modestia (aunque estéticamente discutible). No se trata de eso: se trata de la mímica, de la manera de afrontar el relato, de mostrar la parte teatral , donde los cubanos parecen estar también de espaldas al progreso.
El segundo acto, que es el corazón de este ballet, sí resplandece. Una de las grandes virtudes del Ballet Nacional de Cuba, además de su fidelidad al estilo -machaconamente destacada siempre por Alicia Alonso- es la sangre caliente de sus bailarines, que llenan de carne, y por tanto de vida, a sus personajes (también a los cisnes).
La compañía está en permanente renovación , y echa de menos un reciente y glorioso pasado, con figuras de extraordinario nivel. El conjunto es hoy muy joven y le falta peso, pero tiene elementos muy destacados. Anette Delgado brilló más como Odile (cisne negro) que como Odette, con un giro y un equilibrio verdaderamente asombrosos, que provocaron las ovaciones del público. Dani Hernández , como el Príncipe Siegried, mostró su elegancia y su línea, y de entre el conjunto habría que destacar a Luis Valle , brillante en el paso a tres del primer acto.
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