crítica de teatro

«Madre Coraje», de Bertolt Brecht: estética de las contradicciones

La compañía andaluza Atalaya presenta en las Naves del Español una nueva producción del mítico texto

«Madre Coraje», de Bertolt Brecht: estética de las contradicciones atalaya

juan ignacio garcía garzón

No hay quien pueda con « Madre Coraje ». Por más que Bertolt Brecht la quisiera antipática y turbia vistiéndola con harapos de antiheroína, a la que te descuidas, esta superviviente sin escrúpulos se despoja del manto de distanciamiento que el autor le puso sobre los hombros y parece que sufre por el destino de sus cachorros como si fuera una madre abnegada. Se suele valorar su peso como alegato antibelicista y así se hace en este montaje de Atalaya Teatro cuando dos actores aclaran con empeño didáctico, por si hubiera algún espectador desavisado, que aunque la acción transcurra durante la Guerra de los Treinta Años el contenido crítico vale para cualquier contienda. Algo que no aparece en el texto de la obra (manejo la traducción para Cátedra del gran Miguel Sáenz , quien subraya que esta función es «un perfecto ejemplo de la "estética de las contradicciones" que Brecht practicaba con ahínco»).

Tal vez más que contra los conflictos bélicos en general « Madre Coraje y sus hijos » –en ocasiones se elimina del título a la parentela por razones de contundencia y concisión– apunte a quienes se aprovechan de ellos para pescar en río revuelto, aunque también podría interpretarse, si atendemos al devenir de Anna Fierling , la protagonista, como un encomio de la supervivencia por encima de carros y carretas sentimentales, lo que no haría mucha gracia al dramaturgo. Una espectadora me comentaba en un momento de la representación que nunca ha entendido esta obra, algo en lo que coincide con opiniones del peso de la de Marcos Ordóñez quien en « A pie de obra » confiesa: «Querido señor Brecht: me gusta mucho su teatro, pero me temo que no entiendo demasiado "Madre Coraje". ¿Ha de ser realmente tan lenta y mortecina?». La dirección de Ricardo Iniesta no escapa de esos parámetros, por más que contenga momentos notables, aunque también decisiones discutibles.

Entre las últimas, la de traducir sólo algunos fragmentos de las canciones que abundan en la pieza, pues la mayor parte de ellas se interpreta en alemán. La estructura de sucesión de cuadros algo desencajados no ayuda ciertamente a mantener el ritmo vivo que debe mantener la representación según las anotaciones del autor, quien la solicitaba « rápida, ligera y vigorosa . No hay que apresurarse, pero sí mantener la velocidad». La puesta en escena es estéticamente muy despojada, al borde del ascetismo, con algunos contraluces expresionistas de gran belleza en varias transiciones y pocos elementos escénicos. Es un montaje eminentemente coral y los actores se entregan por entero convirtiéndose en lo mejor de la propuesta.

«Madre Coraje», de Bertolt Brecht: estética de las contradicciones

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