Manuela Velasco: «Interpretar significa bucear en los recovecos del alma humana»

La actriz estrena en Madrid «Bajo terapia» junto a Melanie Olivares, Carmen Ruiz, Gorka Otxoa, Fele Martínez y Juan Carlos Vellido

Manuela Velasco: «Interpretar significa bucear en los recovecos del alma humana» jean pierre ledo

julio bravo

El excelente teatro argentino está muy presente en este arranque de la temporada escénica madrileña. De allí proviene la comedia «Bajo terapia» , escrita por el joven dramaturgo Matías del Federico y dirigida por uno de los popes del teatro argentino: Daniel Veronese . Una de sus intérpretes es Manuela Velasco –cuya carrera teatral, curiosamente, está marcada por directores argentinos–, una mujer de palabra fluyente, mirada persistente y contagiosamente expresiva. La obra vio la luz en Avilés hace unos días. «Fue un poco sobrecogedor –desvela la actriz–;el público nos llevaba y estaba muy involucrado. Yo siempre que trabajo estoy superconcentrada, pero hubo un momento en que tuve que volver a mí, a ser Manuela, porque quería grabar ese momento , ser consciente de lo que estaba pasando. Fue muy bonito».

Esta comedia es como un ovillo del que se va tirando, al estilo de algunas obras de Yasmina Reza...

–Es como un cartucho de dinamita con una mecha muy larga, que prendemos al entrar en escena. La mecha se va consumiendo conforme transcurre la obra y el público sabe que en algún momento va a estallar. Nosotros tenemos la sensación de estar subidos en una ola esperando que rompa. La obra, que cuenta a tres parejas que no se conocen entre ellos y están encerrados en una habitación siguiendo una terapia, va creciendo en intensidad, en complejidad, en enfrentamientos.

–¿Son personajes reconocibles?

«Los personajes de "Bajo terapia" son estereotipos, pero hay una razón»

–Son personajes de carne y hueso, pero estereotipados. Pero cuando llegas al final, que no puedo desvelar, te das cuenta de que son así por un motivo. Están elegidos para provocar algo. Y el público lo entiende al final, igual que entiende algunos rasgos y reacciones de los personajes.

–Ha usado la palabra provocar. ¿Es una comedia que busca la risa para después remover al espectador?

–El material con el que se trabaja es la vida cotidiana de tres parejas, y permite que el público se sienta muy identificado con las situaciones que se viven. Son típicas, pero no por ello dejan de ser profundas. Lo que a mí más me hace reflexionar, más allá del «shock» del final o de las risas que te puedas echar, es que que cuando uno es joven y empieza la convivencia, está convencido de que no va a caer en errores ajenos, pero parece ser que si hay situaciones que se repiten tanto, deben ser inevitables... Ley de vida. Yo quiero rebelarme contra eso. No es una comedia que busque la risa, sino que el espectador se vea reflejado y reflexione sobre la vida en pareja, sobre cómo te enfrentas a la relación, al paso del tiempo, a los hijos. Si se quiere, el espectador se puede involucrar.

–Argentino y terapia son un tándem indisoluble. ¿Es una obra psicoanalítica?

–¡No! En realidad es más un juego, cuyo propósito se revela al final. Es verdad que trata temas de pareja, pero yo he hecho terapia, personal y de pareja, y no tiene nada que ver . No, que el público no espere psicoanálisis, es una comedia más de andar por casa. La terapia es una excusa para contar asuntos cotidianos.

–Siguiendo con Argentina: su trayectoria teatral está marcada por directores de aquel país: Claudio Tolcachir, Juan Carlos Corazza, ahora Daniel Veronese...

«La forma de profundizar en el ser humano del teatro en Argentina me interesa mucho»

–Ha sido casualidad. Y he tenido mucha suerte. Yo me formé con Corazza –y antes con otra maestra argentina, Cristina Rota–, y hay algo de la forma de entender allí el teatro y de su manera de profundizar en los comportamientos humanos que a mí me interesa mucho. Tiene también mucho que ver con la terapia. Daniel Veronese cuenta que ha hecho millones de terapia, algunas que le han funcionado y otras que no. A mí no me gusta la idea de hacer psicodrama, pero de alguna manera ser actor, interpretar, significa bucear en los recovecos del alma humana. Y para intentar acercarte a esos lugares tienes que bucear en los tuyos. Esta forma de entender el teatro, que tiene mucho que ver con el autoconocimiento, a mí me interesa muchísimo.

–¿También se nota la escuela argentina en la forma de actuar?

–Daniel nos dice siempre que no quiere que se note la dirección ni a los actores; que no se note el teatro. No quiere, en esta obra llena de gags, a actores cómicos haciendo comedia ni que hagamos gracia. Quiere que el público se ría porque vivamos las situaciones a fondo. Y una de las claves es que nosotros respondamos como en la vida, y no tengamos siempre que esperar a que el otro haya terminado su frase. Daniel quiere que vivamos los personajes, no que los digamos;quiere reproducir la vida en el escenario. Que el espectador se sienta como si estuviera mirando por el ojo de una cerradura lo que pasa en esta sala. Y para eso tenemos que vivir las situaciones, no tenemos que actuar.

–Tal vez en esta comedia no, pero ¿no puede ser peligroso para el actor si tiene que echar mano de sus propias vivencias, y se pueda implicar demasiado? 

–A mi me gusta, como actriz, caminar al borde del precipicio, pero siempre con un pie en tierra firme. Llevar siempre sujetas las riendas del personaje. Es muy bonito saber que es un viaje en el que tú decides meterte con hondura y profundidad, pero siempre asumido como lo que es:un ritual. El viaje en escena es maravilloso, pero siempre debes saber dónde estás.

–Me refería más al hecho de que hay personajes que pueden remover, y provocar dolor.

«Al final se encuentra la vía de conectar con el personaje con toda la profundidad y todo su dolor, pero de una manera sanadora»

–Si... En «Locura, hambre y muerte», sobre textos de Strindberg, interpretaba a una chica que no quiere vivir, a la que no quieren ni su madre ni su marido, que no tiene amigos, que no puede tener hijos... Solo quiere morir, pero ni siquiera tiene fuerzas para quitarse la vida. Imáginese lo que es meterse ahí. Pero al final se encuentra la vía de conectar con el personaje con toda la profundidad y todo su dolor, pero de una manera sanadora. Es verdad que haces el viaje con tus tristezas y tus miedos, pero es bonito explorarlo y luego dejarlos ahí. Lo hablé con Aitana Sánchez-Gijón, que cuando yo trabajaba este personaje ella estaba trabajando «Medea». Le decía que era un compromiso aceptar un personaje como ese y meterse cada día en él; hay que tener fortaleza de ánimo, física, mental. Y ella me decía lo mismo que le he dicho yo: que había encontrado la manera de entrar en todo ese horror con mucho disfrute. Quizás esta sea la locura del actor;ser capaz de explorar estos terrenos tan dolorosos con gozo y teniendo siempre el ritual de salir de allí después de la función.

Manuela Velasco: «Interpretar significa bucear en los recovecos del alma humana»

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