crítica de teatro

«Fortune cookie»: huellas en la nieve del deseo

Estreno en el teatro Valle-Inclán de la obra de José Manuel Mora, con dirección de Carlota Ferrer

«Fortune cookie»: huellas en la nieve del deseo pedro gato

juan ignacio garcía garzón

No sería incierto definir « Fortune Cookie » como una obra sobre el destino y la tozudez por recuperar una pasión imposible, o como una obra sobre los deseos insatisfechos, o como un cuento sobre los fantasmas del amor, o como una obra que avanza y se desarrolla hablando de sí misma, o como un laberinto de vidas imaginadas y entrecruzadas… Todo ello se encuentra en esta pieza de senderos que se bifurcan y se vuelven a encontrar, en la que las emociones y los afanes de los personajes surfean sobre un oleaje de sesgo metateatral.

¿Y de qué va? Intentaré bosquejar su argumento: todo arranca con una conversación telefónica, o varias simultáneas, que mantiene Rosalba, una distribuidora teatral que intenta vender con rotunda elocuencia una función llamada precisamente «Fortune Cookie» y que, incapaz de amar o hastiada de ello, pretende reencontrar al antiguo amor de su vida, un carnicero de sensible andamiaje sentimental que reaparece convertido en sentencioso y afable espectro. El autor de esa obra en construcción está inmerso en un dédalo de dudas existenciales y decide darle sentido a su vida adoptando una niña china. También aparece Mao Lee , un «dealer» oriental que combina el taoísmo, las artes marciales y la venta clandestina de antirretrovirales para quien desee practicar sexo de alto riesgo. Y Xirou Tiang , una joven china embarazada que malvive en un vertedero pekinés. Y un exorcista desorientado. Y un funcionario especializado en negar visados por alguna minucia burocrática y dispuesto a sufrir el castigo físico a que quiera someterlo el solicitante frustrado…

Una fascinante ensalada de historias que cuajan en un espectáculo raro y cautivador, emocionante e irónico, que recurre a lo autorreferencial para chotearse de ello al momento, y reflexiona sobre la fuerza vivificadora del teatro y el arte en general (la creación y/o el amor). Lo ha llevado a cabo el tándem compuesto por José Manuel Mora y Carlota Ferrer , cuya anterior colaboración, la formidable «Los nadadores nocturnos», acaba de ser galardonada con el Max al mejor espectáculo revelación. Esta nueva experiencia forma parte de las iniciativas de creación puestas en marcha por LaZonaKubik y el laboratorio Rivas Cherif del CDN.

El suelo del hermoso espacio escénico de Mónica Boromello y Alessio Meloni está cubierto por una capa de plumón blanco que evoca un espacio nevado donde dejan sus huellas las pisadas del deseo, una ensoñación nívea donde lo imaginado y lo representado se confunden, un territorio en el que, como se subraya al final, los sueños no se mueren. Carlota Ferrer cocina todas estas referencias (oníricas, orientales, teatrales, emocionales…) con pulso exquisito para los sabores y texturas, con la colaboración de unos actores que interpretan tanto como sienten, para despejar una ecuación en la que teatro y vida van de la mano. Estupendos Joaquín Hinojosa y Esther Ortega como el autor dubitativo y la espídica Rosalba, respectivamente; David Picazo borda el carnicero fantasma, el inquisidor y el funcionario; Alberto Jo Lee impone y transmite como el conseguidor Mao y la joven Alba Celma compone su china embarazada con delicadeza milenaria.

«Fortune cookie»: huellas en la nieve del deseo

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