crítica de teatro
«Adentro», de Carolina Román: asuntos de familia
La sala de la Princesa del teatro María Guerrero presenta la obra, dirigida por Tristán Ulloa

Aunque resulta un recurso forzado por manido, no me resisto a evocar una vez más el archicitado comienzo de «Ana Karenina» para aplicárselo al endogámico universo familiar de «Adentro»: «Todas las familias dichosas se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz lo es a su manera». Carolina Román –que encara su tercer estreno como autora tras la estupenda «En construcción», también dirigida por Tristán Ulloa, y «Luciérnagas»– presenta en plano general a una familia argentina modesta y aparentemente normal, pero cuando el objetivo entra en detalles, los perfiles se tornan progresivamente oscuros y advertimos la condición caníbal de los afectos, las muecas feroces que anidan en el fondo de las sonrisas y lo asfixiante de una situación en cuyo centro se encuentra la celebración del cumpleaños de una madre un tanto obsesiva y recurrente, entregada tenazmente a una nostalgia que ciega su contacto con la realidad.
Una obra muy bien construida y resuelta que visita esos vínculos familiares que se convierten en sargazos paralizantes. Con un ritmo que modula hábilmente la intriga, la autora añade poco a poco piezas al rompecabezas y obliga al espectador a resituarse según interpreta la información que va recibiendo y los detalles sórdidos que advierte. Por ejemplo, el primer encuentro entre la protagonista, Dina, apodada La Negra, y un hombre al que llaman La Peligro y también El Negro se desarrolla sin que sepamos dónde sucede ni la naturaleza de la relación entre una y otro. A esos tres personajes, se une la soñadora Male, compañera de trabajo de Dina, que pone un contrapunto de inocencia tal vez no tan limpia como parece.
La dirección de Tristán Ulloa juega con maestría con la ambigüedad y la incertidumbre que gravitan sobre la función, dosificando las aristas de una situación progresivamente turbadora. Un vibrante ejercicio de realismo sucio que evoca los sonámbulos y terribles mundos familiares dibujados por el dramaturgo y director argentino Claudio Tolcachir. Formidables las interpretaciones de los cuatro actores del espectáculo. Carolina Román encarna con tensa resignación arañada por la rabia y la amargura a Dina. Araceli Dvoskin, que significativamente ha trabajado en varias ocasiones con el mencionado Tolcachir, compone una madre de fuerte presencia y empalagosa simpatía castrante. Nelson Dante, siempre inquietante, combina la caricia y la amenaza en el papel de El Negro. Y Noelia Noto completa el perfil naif de Male dejando que se transparenten sutiles dosis de sombra.