Los Ballets Trockadero de Montecarlo: tutús con pelos en las piernas
La compañía celebra en los teatros del Canal sus cuarenta años de vida
Los Ballets Trockadero de Montecarlo -conocidos en el mundo de la danza como los trocks- llevan cuarenta años haciendo reír al público con algo tan poco dado a la risa como es el ballet. Creada en los años setenta en el circuito alternativo teatral de Nueva York, el Off Broadway, la singularidad de este conjunto es que lo componen únicamente hombres, y que estos asumen los papeles masculinos y femeninos de piezas tan populares como «El lago de los cisnes». El segundo acto de este ballet, precisamente, forma parte del programa que presentan en los teatros del Canal, junto con un paso a dos clásico, una pieza con música de Bach, «Go For Barocco», y «Paquita».
Fue precisamente su sentido del humor una de las razones que dieron popularidad a esta compañía. Su actual director artístico, Tory Dobrin (que entró en los Trocks como bailarín en 1980), cree que «el mundo del ballet clásico no está muy interesado por la comedia, pero no puede decirse que no falte sentido del humor, solo que se acentúan más otros elementos».
La Nueva York de los años setenta fue testigo de una especial efervescencia en el mundo del ballet, con la presencia en la ciudad de bailarines como Mikhail Baryshnikov o Natalia Makarova. Era un magnífico caldo de cultivo para el nacimiento de los Trocks. «El mundo y la sociedad han cambiado desde entonces, y eso lógicamente nos influye. Del circuito “off” hemos pasado a grandes escenarios, nuestro público abarca desde todos los rangos de edad, desde los niños hasta los abuelos; y el mundo de la danza reconoce nuestras reconstrucciones de ballets, poco habituales. Pero en realidad, nosotros no hemos cambiado; lo ha hecho la sociedad».
Dobrin es rotundo al definir el trabajo de los Ballets Trockadero de Montecarlo: «ballet y comedia por una compañía completamente masculina. Les damos a los títulos clásicos un giro cómico usando el travestismo para subrayar los elementos cómicos».
No hay en su transformismo provocación alguna: «Nuestro único objetivo -dice Dobrin- es entretener al público. Intentamos que se interesen también por nosotros como bailarines, y que se interesen por el ballet y por la danza, siendo fieles y respetuosos con el estilo de cada obra». Sorprende, en esta compañía, el rigor y la preparación de los bailarines. «Trabajamos tan dura como cualquier compañía de ballet. No somos hombres bailando como mujeres, sino hombres bailando como hombres , pero con ropa de mujer».