crítica de teatro
«Ojos de agua»: La lozana alcahueta
Charo López protagoniza el monólogo de Álvaro Tato sobre «La Celestina», que dirige Yayo Cáceres
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La Celestina que delinea Álvaro Tato, amasando partes del texto de Fernando de Rojas con otras salidas de su magín, estiliza el perfil de vieja bruja, codiciosa y cruel que tiende sus redes en una ciudad indeterminada del siglo XV. En «Ojos de agua» el personaje se destoca de su tenebroso manto de aprestos medievales y aparece como una rozagante dama renacentista, feminista «avant la lettre», que remienda virgos y ensalza y propicia la feliz coyunda carnal, menos atenta a cobrar por ello que a propalar su mensaje transgresor y jocundo.
Tato quiere que Celestina haya sobrevivido a las cuchilladas que le propina Sempronio al final de la obra de Rojas y, acogida en un convento donde se recupera de las heridas, cuente la historia de su vida a las monjas y detalle cómo unió los destinos de Calisto y Melibea, y selló el propio. Libre de imposiciones morales, se pasea desenfadada y llanamente por los capítulos de su existencia, escanciando episodios cómicos, detalles más o menos escabrosos y algún momento doloroso.
Con estos mimbres se ha construido un bonito espectáculo cuyo vuelo poético está empapado de sensualidad y hedonismo. El relato de la lozana alcahueta tiene un contrapunto de canciones, voces del pasado y aires de época –a cargo del actor Fran Gracia, redivivo espíritu de Pármeno, y el músico Antonio Trapote– con el jovial sello característico de Ron Lalá, grupo del que forman parte tanto Álvaro Tato como el director del montaje, Yayo Cáceres, quien ha sabido conjugar la ligereza y la hondura que tensan esta propuesta, y activar los resortes de un hermoso texto que desde lo culto apela a lo popular. Valga como ejemplo de ello y del aire ronlalero el prólogo versificado en que se detalla cómo a las fingidas honras fúnebres de Celestina acuden antecesoras y discípulas de la falsa finada, como la Trotaconventos del «Libro del buen amor», la Fabia de «El caballero de Olmedo» y la Brígida del «Tenorio», cofradía a la que se unen las escritoras Mary Shelley y Sylvia Plath.
El vestuario de Tatiana de Sarabia, la sensible iluminación de Miguel Ángel Camacho y la evocadora escenografía de Carolina González son bazas sustantivas de un montaje protagonizado por una desbordante Charo López que se introduce en el personaje y se mete al público en el bolsillo a base de frescura y viveza; en la claridad de su voz recoge los ecos de las diferentes edades de Celestina y con la sabiduría de su presencia sabe transmitir el amor a la vida que anima el corazón de esta revisitación a uno de los grandes mitos de nuestra literatura.