crítica de teatro
«Dos peor que uno»: Comedia con arte
Paco Mir ha adaptado esta obra del británico Richard Bean basada en una comedia de Goldoni

Es como un juego de muñecas rusas: en el origen de este espectáculo hay una de las primeras comedias de Carlo Goldoni, la conocida en España como «Arlequín, servidor de dos amos» (Il servitore di due padroni, 1745), que transcurre en la Venecia dieciochesca; sobre ella, el británico Richard Bean construyó la multipremiada «One Man, Two Guvnors» (2011), situada en el Brighton de los años sesenta del pasado siglo; y a partir de esta, Paco Mir ha dibujado «Dos peor que uno», cuya acción se desarrolla, en la misma década, en alguna localidad costera italiana del Mediterráneo. El mismo tuétano argumental sirve para dar sabor a tres guisos, emparentados por las referencias a la commedia dell’arte y la complicidad con la risa
Una familia mafiosa, un compromiso argumental, un par de gemelos que pueden ser la misma persona, un criminal fugitivo, dos historias de amor, y en el centro de todo, Arlequín, aquí llamado Dino, como perejil de todas las salsas, eterno trapisondista acosado por la gazuza que entra al servicio de dos amos diferentes, ignorantes ambos del doble empleo de su servicial criado, que se las apaña y se las desea para complacer a todos y todo lo embrolla, a la vez que persigue la esquiva pitanza. Una historia con ecos de la comedia clásica revisitada en distintas épocas.
La versión de Mir, magnífica, desbordante de comicidad y sentido del gag verbal y físico, despliega sus divertidas bazas en la agilísima puesta en escena de Alexander Herold, director con gran bagaje que conoce a la perfección las entretelas de lo cómico. La apuesta juega constantemente con la metateatralidad, explica y rinde homenaje a los mecanismos de la commedia dell’arte, rompe la cuarta pared, pide la complicidad del público y hace también alguna trampa. Parte fundamental del invento es el Dino catalizador de la acción, encarnado por un Fernando Gil en plenitud de facultades; se nota que ha sabido sacar provecho de sus años en Yllana: la gestualidad arrolladora y su dominio de las técnicas de clown llevan la marca de la factoría del Teatro Alfil.
El resto del reparto realiza también un trabajo de altura, con dos actores especialmente sembrados: el aspirante a actor Marlon que interpreta un descacharrante Toni González, y el octogenario camarero Nico, convocador de catástrofes, servido por Miner Montell. A todo ello hay que sumar la estupenda escenografía de telones y forillos pintados y el vistoso vestuario, ambos a cargo de Jordi Bulbena, y las formidables cesuras musicales del Amélie Angebault Quartet, que interpreta en las transiciones, a todo swing, canciones como el «Tu vuò fà l’americano» de Renato Carosone y otros hits de los sesenta. Aunque se supone que el crítico debe acudir al teatro con un indescifrable ceño fruncido, debo confesar que me divertí de lo lindo, como el resto de los espectadores, con este excelente espectáculo.