«¡Ay!», el baile silencioso de Eva Yerbabuena

Eva Yerbabuena es una mujer discreta, que parece disfrutar mucho más escuchando que hablando. Su baile es también discreto (no en lo referente a su calidad), y lleva encima muchas horas de aprendizaje, de observación, de diálogo. «¡Ay!», el trabajo estrenado hace dos años y que presenta ahora en Madrid, es un espectáculo austero, producto de la reflexión y la madurez; una madurez que a estas alturas (Eva Yerbabuena tiene cuarenta y cuatro años) se traduce en seguridad y en una libertad absoluta a la hora de crear y bailar.

A la bailaora le apetecía volver a subirse sola (únicamente rodeada por los músicos) al escenario, no tener que preocuparse de otra cosa que no fuera su baile. Después de su segunda maternidad y de haber interrumpido durante algo más de un año su actividad artística, buscaba la expresión más íntima, más personal.

El resultado de «¡Ay!», un espectáculo desnudo, despojado, en el que Eva baila susurrando, casi en silencio. Y es que una de las características de la artista es que su baile siempre surge del interior. Es una bailaora sabia, profunda, que tiene perfectamente asimilada la tradición y posee la personalidad y la categoría suficiente como para quebrarla y buscar un nuevo lenguaje. No siempre encuentra las «palabras» más adecuadas para expresar lo que siente, pero su voz es siempre sincera y encuentra, curiosamente, su mejor expresión a través de los palos más festeros en el espectáculo.

Las luces de Fernando Martín son un elemento fundamental en este espectáculo que Eva Yerbabuena tiñe casi completamente de negro (el color de su vestuario), y que cuenta con unos colaboradores de lujo en sus músicos (guitarra, violín y percusión únicamente) y en los tres cantaores, magníficos, especialmente José Valencia.