CRÍTICA DE DANZA

Mats Ek, prestidigitador de emociones

Mats Ek, prestidigitador de emociones ABC

JULIO BRAVO

Mats Ek ha escrito una de las más brillantes y trascendentales páginas de la historia de la danza del siglo XX. Su lenguaje, su teatralidad, su profundidad, su sentido del humor y, sobre todo, su capacidad de establecer una hipnótica comunicación con los espectadores le convierten en uno de los más grandes creadores (la palabra coreógrafo se le queda corto) de nuestros días. De entre su excepcional producción, destacan sus versiones de tres clásicos del repertorio balletístico: «Giselle», «El lago de los cisnes» y «La bella durmiente», creadas, respectivamente, en 1982, 1987 y 1997.

Les Grands Ballets de Canadá ha traído a los teatros del Canal la última pieza de esta trilogía; ya se pudo ver en Madrid hace dieciséis años, en el «desaparecido» Teatro de Madrid. En esta obra, creada a raíz del «impulso irrefrenable de contar historias, de releer los mitos, leyendas y cuentos de hadas» -según las propias palabras de Mats Ek-, el coreógrafo sueco transforma el cuento y lo convierte en una historia de nuestros días, en la que la princesa Aurora no se pincha con la aguja de una rueca, sino que recibe el pinchazo de la droga.

El cuento que narra Mats Ek es oscuro, tenebroso en ocasiones, amargo; pero el coreógrafo sueco no dibuja una narración tétrica, ni se recrea en los aspectos más oscuros de la historia. Escribe con vigor y potencia un drama lleno de aristas, pero sabe también –desde un abanico de imágenes vitualmente muy atractivas- trenzar momentos de ese humor tan sutil que siempre ha teñido sus coreografías.

La misma capacidad de fascinación posee su lenguaje, siempre natural, siempre innovador y comunicativo, en el que el movimiento siempre es una extensión de la expresión de los bailarines: fascina su forma de desplegar el baile en cánones hermosísimos; enamora tanto su facilidad para diseñar los movimientos como la sólida construcción y definición de sus personajes, dibujados con detalles siempre sutiles y efectivos. Siempre apoyado en su impecable musicalidad, que hace casar perfectamente la acariciadora música de Chaikovski con sus quebrados movimientos.

Mats Ek cuenta como aliados con los magníficos bailarines de Les Grands Ballets de Canadá, un conjunto con más de medio siglo de existencia y que visitó Madrid en 1992 con un programa que incluía «Na floresta», de Nacho Duato, otra obra de Mark Morris y «El sombrero de tres picos»; es, pues, una compañía históricamente inquieta. Radicada en Montreal, y dirigida ahora por el macedonio Gradimir Pankov, con él ha tomado un nuevo impulso que se deja notar en la entrega y la calidad que demuestra. En «La bella durmiente» realiza un trabajo tan sólido como brillante, con excepcionales individualidades como Valentine Legat, una espléndida princesa Aurora, o la española Vanesa G. R. Montoya, extraordinaria hada dorada.

Mats Ek, prestidigitador de emociones

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