Estrella Bruja

«El amor brujo», la obra creada en 1915 por Manuel de Falla sobre un libreto de Gregorio Martínez Sierra (o probablemente su mujer, María Lejárraga) siempre ha supuesto un reto para los coreógrafos que lo han querido abordar, y pocos son los que han superado con brillantez la empresa. Víctor Ullate presentó ya hace dos décadas su propia versión, que paseó con éxito por toda España, y ahora ha querido revisar, al cumplirse el centenario del estreno en el teatro Lara del primer «Amor brujo» (Falla escribió una segunda versión de la partitura en 1925).

«El amor brujo» narra una historia -«gitanería» lo bautizaron sus historias- donde lo fantasmagórico, lo legendario, nutre la acción. Ese ambiente es la base sobre la que Víctor Ullate asienta su puesta en escena, en la que a la composición de Falla (dura menos de una hora) le añade otras músicas -algunas del propio autor gaditano-. Y ahí radica el principal error de Ullate, ya que el relato que propone la partitura original (espléndida la orquesta titular del Teatro Real, bajo la cuidadosa batuta de Josep Vicent) queda diluido en medio del total sonoro que propone el espectáculo, muy heterogéneo.

Tener a Estrella Morente es siempre un lujo. Además de su voz argentina, la cantaora ofrece una presencia escénica y una jerarquía artística que Víctor Ullate no se ha resistido a utilizar, aun a costa de oscurecer su propia coreografía en muchas ocasiones. Estrella, una artista valiente y arriesgada, no parece sentirse sin embargo todo lo cómoda que sería de desear en este nuevo papel ni en esta partitura; seguramente con las funciones irá ganando aplomo.

Hay momentos hermosos en esta generalmente oscura versión, que tiene sin embargo empaque y está impecablemente montada: la bella luna planteada por Paco Azorín, los pasos a dos, la danza ritual del fuego (de inspiración bejartiana), que convierten «El amor brujo» de Ullate en un trabajo serio y digno.