Crítica FIT
Stabat charlatana
La artista brasileña Janaina Leite presentó Stabat mater, una performance basada en el ensayo homónimo de la filósofa y psicoanalista Julia Kristeva
Acostumbro hacer caso omiso a cualquier información relacionada con el espectáculo que voy a presenciar (programa de mano, panfleto, etc.). No me gusta que predispongan en mí una idea de lo que debo percibir. Considero que para que algo logre conectar plenamente con el espectador debe hallarse un particular equilibrio entre lo intelectual, formal y analítico de la propuesta contrapesado con lo artístico, simbólico poético y emocional. Sin estos elementos concatenados con cierta complejidad escénica y técnica puede ser que no gocemos de una experiencia global plena. Y que nuestros sentidos, pensamientos, reflexiones, emociones e incluso -y sobre todo- nuestro subconsciente, no estén allí. Todas las historias deben hablar del que se expone pero también deben hablarle al que escucha. No sólo debe haber comunicación sino comunión con el espectador.
Mientras el público se adentra en la sala la propuesta escénica «Stabat mater» comienza como otras tantas al uso: mesita, microfonito, personaje con máscara de animal sin justificación, música marchosa, bailongo animado, discotequeo...
Janaina comparte con nosotros su propio periplo de autoconocimiento y los pasos que le han llevado a donde está: psicomagia, sueños o pesadillas, constelaciones familiares y psicodrama entre otras técnicas para reconciliarse con su pasado y con ella misma.
Aunque por momentos las reflexiones son interesantes, desafortunadamente la pieza termina siendo de sobra analítica, explicativa y explícita. Charlatanería pura. Y por otro lado y no menos importante, ¿al público que le importan los procesos terapéuticos y de sanación de esta mujer? ¿qué culpa tienen los espectadores? Puede que este tipo de procesos en una propuesta de autoficción lleguen a interesarnos, pero si el vehículo en el teatro va a ser solamente el testimonio y su creadora llega, como en este caso, a desnudarse de todo menos de adentro, termina faltando algo. Tal frialdad en la propuesta no termina de conectar del todo. Seguramente a un espectador analítico y reflexivo no le haga falta lo metafórico y poético para conectar. Pero no dejaría de ser una visión desequilibrada quizás.
Lo transgresor hoy más que nunca no está en lo morboso o perverso o íntimo mostrado de forma tan evidente, sino en el eco que provoca en nuestro interior.
Como artista puedes no tener pudor pero si tu alma está blindada, ¿para que mostrarte…?
Para crear, antes que un cuerpo desnudo, un alma abierta.