Crónica

Vetusta Morla en Sevilla, la introspección como herramienta de expansión

La banda de indie rock brilló anoche en el concierto que ofrecieron en el Estadio de la Cartuja de Sevilla con una arriesgada propuesta

Vetusta Morla actuaron anoche en Sevilla Juan José Úbeda

Fernando Rodríguez Murube

Un concierto de Vetusta Morla trasciende de lo meramente musical, es literalmente un e spectáculo audiovisual en toda regla (¡y qué experiencia!). Puede parecer una perogrullada, pero créanme que no lo es. Hay artistas y grupos –la lista puede llegar a ser interminable– que limitan el concepto al hecho de tocar lo más fiel posible las canciones que previamente han publicado en sus discos y que tanto han gustado a los fans de marras. Los de Tres Cantos están en las antípodas de ese planteamiento, su desafío es mucho más complejo y enriquecedor.

Pueden dar fe de ello las más de 15.000 personas que fueron testigos anoche en el Estadio de la Cartuja de Sevilla del potente directo de este grupo de culto que se ha convertido por méritos propios en la banda española más importante que ha parido el siglo XXI.

La hoja de ruta de Guille Galván, Pucho y compañía está claramente definida desde sus inicios: cambiar para seguir siendo los mismos usando la introspección como herramienta de expansión. Una filosofía que se ha acrecentado con ‘Cable a Tierra’ , el último y exitoso álbum de la formación indie que supone la enésima refundación conceptual que experimenta el grupo desde lo más alto. No obstante, donde realmente se ha acentuado sobremanera esta convicción artística es en la puesta en escena de su más reciente remesa de canciones, una apuesta arriesgada y valiente de la que salen reforzados.

Tras cantar los primeros temas de la noche, la soberbia ‘Puñalada trapera’, ‘La Virgen de la Humanidad’ y ‘No seré yo’ , una terna que lleva el marchamo del último disco, del que tocaron nueve de los diez cortes que lo conforman, saludaba Pucho : «Disfrutemos esta noche del mágico ritual de la música y la poesía», para continuar con un discurso optimista que parecía sacado de un manual de autoayuda post pandémico: «Estamos en un momento único. Somos muy afortunados de vivir todo lo que nos viene por delante, que es increíblemente bestia».

Orquesta Cable a Tierra

Para llevar al escenario el nuevo repertorio, los Vetusta, de mentes inquietas por naturaleza, sorprendieron anoche reuniendo a un elenco de ocho artistas folclóricos procedentes de dos formaciones renovadoras de la música tradicional, la palentina El Naán y la gallega Aliboria , bautizados para esta gira como Orquesta Cable a Tierra. De este modo, un sinfín de instrumentos ancestrales (panderos cuadrados, panderetas, sartenes, llaves, latas de pimentón, azadas, conchas de vieira, quijadas) proporcionaron una nueva vuelta de tuerca a ese halo de misticismo cada vez más manifiesto que emanan de sus directos.

Obviamente, este complemento de sonidos tradicionales tenía una finalidad. Siempre, por supuesto, partiendo de las matrices de la formación madrileña (rock, pop y texturas electrónicas), abogaron por reivindicar «músicas olvidadas por cuestiones políticas» , la identidad, la riqueza de lo sencillo, la pertenencia a un pueblo, las raíces culturales, a menudo aplastadas por la maquinaria de la civilización moderna.

Esta estudiada intencionalidad en la propuesta narrativa tuvo su arquetipo en una emocionantísima introducción a ‘Imperio del Sol’ , que emulaba los latidos de un corazón a base de unos teatralizados ritmos de labor. Chapó.

Pucho Juan José Úbeda

Es una verdadera gozada disfrutar en directo de bandas en plena madurez como la que pasó ayer por La Cartuja. Pucho, con su voz inconfundible y la ambigüedad de su característico lenguaje corporal repleto de sinuosos bailes, se ha convertido en un verdadero frontman (en los inicios de la banda no era así) que acapara todos los flashes durante el concierto. El resto del grupo brilló a gran altura durante toda la calurosa velada, siempre con Guille Galván marcando la dirección musical desde su guitarra.

Talento a raudales y muchísimas horas de ensayo que quedaron más que patentes en la cita hispalense. El hecho de que estudien al milímetro su puesta en escena no es sinónimo de impostación, más bien todo lo contrario: todo lo que ocurre en el escenario transmite verdad. Corresponde interpretarlo como una fidelidad innegociable hacia su forma de entender la música, hacia su actitud poética y vital, la cuestión ética de ser.

Capítulo aparte merecería el análisis del sempiterno estado de gracia a la hora de escribir y componer de Galván, líder en la sombra escénica, que desde hace un buen puñado de años viene facturando bellísimos versos en canciones como ‘Maldita dulzura’ , ‘Finisterre’, ‘Copenhague’, ’23 de junio’ o ‘Consejo de sabios’, todas ellas coreadas ayer con vehemencia por un público completamente entregado. Cerca de la una de la madrugada, ‘Si te quiebras’, ‘Cuarteles de invierno’ y ‘Los días raros’ firmaron el apoteósico epílogo de un concierto de altísimo nivel.

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