Crítica de Flamenco
Las tres amazonas y el guerrero
El bailaor gaditano presenta en el teatro Central su última obra que fue Premio del Público del XXI Festival de Jerez.
El público está entrando en el patio de butacas pero los seis intérpretes están ya en el escenario. Tres mujeres y tres hombres. Las mujeres empiezan a murmurar cantando « Amargura », van paseando por el escenario y marcando espacios. En cada uno de ellos las cantaoras entonan por saeta. Es el Prefacio de « Guerrero », al que seguirán la Obertura, Melancolía, Desamor, Vida, Verdades, Mentiras y Silencio para terminar por Cádiz, Aires de Sal.
El bailaor gaditano Eduardo Guerrero quería rendir homenaje a la mujer y convertirla en protagonista y lo ha hecho. La obra va paulatinamente cambiando de nombre, y tras el guerrero aparecen las amazonas: Anabel Rivera, Sandra Zarzana y Samara Montañez , tres mujeres que junto a Javier Ibáñez y Juan J. Alba a la guitarra, construyen un espacio sonoro de enorme calidad, donde los palos se desgranan sin interrupción. De la malagueña de Mellizo a los fandangos del Gloria, rondeña, verdiales, granaína de Chacón..., Eduardo Guerrero no para. Su baile está plagado de elementos, es intenso, de zapateado poderoso, de remates espectaculares y finales dramáticos; sus brazos se mueven en gestos geométricos o se unen en flamenquísimos gestos por encima de su cabeza. El original vestuario no le va a la zaga: botas, cueros, chaquetas rojas, túnicas, faldas de guerreros antiguos o camisas de lunares.
Bulería por soleá, polo y una nana que baila atado con un cordón (umbilical) rojo a la cantaora. Seguiriya inmensa que canta Samara Montañez y de ahí a las serranas, tangos y gustosísima zambra hasta llegar a ese culmen que son siempre las alegrías, con las tres cantaoras a pie de escenario. Nunca han estado detrás. Y ¿para terminar despues de tanto cante? Cuplés. No podía ser de otra forma. «Se nos rompió el amor»...
El espectáculo de ochenta minutos no tiene de descanso más que el final, cuando Eduardo Guerrero, preciosa chaqueta roja en mano, camina por el escenario. Es una propuesta que camina del drama a la alegría, del recogimiento al erotismo, de la ternura al desamor. Libertad absoluta del compás , pero sin perder la jondura del cante de estas tres inmensas mujeres que bailan sin bailar con Guerrero como si fueran las tres amazonas que lo han atrapado.
Espectacular esta obra que sin duda recoge lo mejor de este bailaor forjado con duro y felices resultados en compañías como la de Eva Yerbabuena o Rocío Molina . Eduardo Guerrero ha conseguido su propio lenguaje y su estética tanto gestual como de danza. Parece que finalmente el guerrero ha ganado esta batalla.