LA REVOLUCIÓN A UN SIGLO VISTA
«La tragedia de Rusia es que es Europa pero también es Asia»
Juan Eslava Galán presenta una nueva entrega de sus ensayos para escépticos sobre la Revolución Rusa
La mirada con la que Juan Eslava Galán contempla la Historia es la del escéptico. A estas alturas quizás sea la única forma posible de leer el pasado. La sospecha, la duda sobre lo hagiográfico, cierto humor irreverente, la rigurosidad y la amenidad conforman el espíritu de esta saga de libros en los que conjuga divulgación histórica y aire de novela. Una galería de ensayos que inició con «Una historia de la Guerra Civil que no va a gustar a nadie» y que continuó con «La Primera Guerra Mundial contada para escépticos» seguido de un volumen dedicado a la Segunda Guerra Mundial y a la Historia del Mundo.
Ahora que se han cumplido cien años de la Revolución Rusa, Eslava Galán (Arjona, Jaén, 1948) ha dedicado uno de sus libros escépticos a un acontecimiento que ha marcado nuestro pasado reciente. De alguna forma, y como afirma en el libro, casi todo lo que se hizo después de ella fue para extenderla o para combatirla. Por las sugerentes páginas de «La Revolución Rusa contada para escépticos» (Planeta) aparecen los últimos estertores de la Rusia zarista con la ostentación de lujo de las fiestas en los salones del Palacio de Invierno, la vida terrible entre los siervos y el inicio de la Revolución de Octubre hasta su entrada en la época del terror.
Como suele ocurrir en sus libros de naturaleza escéptica, nadie sale bien parado . Se critica el estado de desigualdad social de la Rusia zarista y también los excesos de la revolución, porque «ninguna causa, progreso o ideal pueden construirse sobre el crimen, el miedo y la sangre», asegura. «A un siglo vista, la Revolución Rusa triunfó por una parte. La aristocracia fue aniquilada y esa monarquía absoluta, más bien bizantina, fue borrada. Pero ahí está la tiranía de Lenin que luego empeoraría Stalin. La revolución supuso la liberación del pueblo pero se llegó a otro tipo de esclavitud. De la esclavitud al zar se pasó a la del Estado».
Afirma Eslava Galán que «el escepticismo es muy sano en la vida», pero también oportuno para leer la Historia. «Los pueblos incultos sólo basan su opinión en lo que dice la tele, la radio o incluso los periódicos, sin plantearse más interrogantes. Por otro lado, estamos saturados de Historia solemne, de grandes hechos y personajes que contemplan desde los pedestales. Yo he bajado a la calle, con los que padecen la Historia», explica y, efectivamente, así se lee este ensayo. Aparecen personajes creados por el novelista y cuya historia se mezcla con datos históricos narrados con rigurosidad y brillantez literaria. El lector pasea por la Revolución Rusa asombrado por asistir a un auténtico volcán de la Historia. Y también por recorrer un país singular. «La tragedia de Rusia es que es Europa pero también es Asia. Y esa tensión interna continúa» , señala.
En su profunda investigación , Eslava Galán ha manejado todo tipo de fuentes, pero ha buscado con intención las que tenían relación con España. El viaje de Troski a España ha sido uno de los itinerarios que ha seguido con emoción. Eslava Galán habla de su libro en el Hotel Inglaterra y no muy lejos, en la calle Sierpes, existió el Café Nacional donde hubo un «rincón de Troski», porque cierta leyenda aseguraba que un señor muy parecido a él se sentó en ese lugar justo en la época en la que viajó por el país. «En realidad, donde estuvo es en Cádiz», aclara el escritor.
Para ver Rusia con ojos españoles repasó los jugosos epistolarios del escritor cordobés Juan Valera que recrea el ambiente de la Rusia del siglo XIX cuando estuvo como diplomático en San Petersburgo, pero también las páginas que dedicó a la Rusia convulsa de la Revolución el sevillano Manuel Chaves Nogales. «Es mi ídolo, constantemente releo y subrayo sus libros. Asombra su claridad de juicio estando en medio del huracán de la Historia», añade recordando el libro «El maestro Juan Martínez que estaba allí» en el que recrea la historia del flamenco al que le sorprende la Revolución Rusa mientras hace una gira por el país. «Juan Martínez huía de la guerra buscando los cabarets, pero siempre tiene la desgracia de que por donde va le sigue la revolución. Corre peligro cuando los bolcheviques lo confunden porque va bien vestido, pero demuestra su origen obrero enseñando los callos de tocar las castañuelas».
En el libro se lee con pavor el asesinato de la familia imperial y también la represión de las manifestaciones obreras como la que recrearía Eisenstein en «El acorazado Potemkin». Ese Domingo sangriento que fue «el pistoletazo de salida para la revolución que se había estado incubando desde al menos treinta años atrás», subraya.
Eslava Galán reflexiona precisamente sobre el aparato iconográfico y propagandístico que difundió la Unión Soviética y que tanto influyó en los intelectuales de izquierda en los años veinte y treinta. Muchos viajaron pensando que era el paraíso obrero. «Estuvo de moda ese viaje y salvo Fernando de los Ríos, que fue muy crítico, el resto lo creyó, como el pobre Miguel Hernández. Todas las dictaduras tienen un gran edificio de propaganda y a la URSS le funcionó muy bien». El autor apunta que «desde sus inicios, el comunismo se basó en la represión inmisericorde del individuo y en su sacrificio en aras de un hipotético y futuro bien común». Aunque también confiesa que «si en el fondo no sintiera una viva simpatía por el comunismo, no habría escrito este libro».