CIRCO DEL SOL
«Totem» o la poesía de la acrobacia en Sevilla
La compañía canadiense entrenó el montaje en la ciudad. Su director de gira, Frank Hanselman, y su jefe de seguridad, Javier Pérez, hablarán de él el martes en el Aula de Cultura de ABC
Dentro de la carpa hay océanos tranquilos, volcanes furiosos, lagos-espejo, desiertos, selvas, cascadas e hielos árticos. La Grand Chapiteau, la carpa de los canadienses errantes del Circo del Sol , puede convertirse en un mundo para mostrar la representación de la historia de la humanidad a través de una poética de la acrobacia . «Totem» , el espectáculo del Circo del Sol que ayer se estrenó en Sevilla , recorre esa crónica de metamorfosis que va desde los anfibios al hombre contemporáneo.
En el Charco de la Pava estarán hasta el próximo 11 de marzo, bajo esa gran carpa que se convierte en una especie de catedral del circo. Un circo que intenta narrar el mundo buscando metáforas en el equilibrio de un funambulistas, la precisión de un malabarista o la fuerza de un acróbata.
Hace tiempo que el Circo del Sol triunfó con sus espectáculos. Reinventaron el circo incorporando coreografías, un argumento narrativo, el cuidado en la escenografía , la espectacularidad del vestuario. Un lenguaje incorporado de las artes escénicas al que se añadía el riesgo perfecto de deportistas y gimnastas. Un espectáculo sin palabras para poder así recorrer el mundo contando historias sencillas, pero efectivas.
«Totem» narra la historia de la evolución , pero más allá del hilo argumental, prevalece la belleza de cada número. A estas alturas de la historia del Circo del Sol lo que importa no es lo que cuentan sino cómo lo cuentan.
Hay maravillosos números de equilibrios, de trapecios, de barras o de imposibles contorsionistas que convierten el cuerpo en un hermoso garabato de muñeca rota o quizás en un ejercicio en el que brilla la belleza metafórica de lo frágil. La contorsionista arranca el asombro cuando descubre que su cuerpo es un nudo que probablemente no podrá deshacer.
Cuestionan la física introduciendo el elemento de lo imposible. Suspendidos en el aire parece que están a punto de volar. Y puede que, en efecto, lo estén haciendo.
Cuentan la historia de la humanidad y aparecen anfibios y peces y pájaros y monos y hombres. Homero cuenta en la «Odisea» cómo unos acróbatas amenizaban un banquete . Y luego se suceden gimnastas en ánforas griegas y circos romanos y saltadores en palacios minoicos y volatineros y alambristas en tiempos medievales. Y así hasta equilibristas que pasean por la luna como en el último número de «Totem».
Los números se suceden incorporando ritmo narrativo al espectáculo. Hay números de riesgo , otros que muestran el artificio perfecto de un mecanismo físico: un dúo en un trapecio fijo en el que una pareja juega al amor, un trío de anillas con música de Bollywood o equilibristas orientales sobre un monociclo.
Esta última pieza fue una de las que más gustó. Las jóvenes lanzaban cuencos con los pies para colocarlos -de forma imposible- sobre sus cabezas. Se cayó algún cuenco, pero más que el desbaratamiento del número, provocó la complicidad del público que animó la ejecución con palmas por bulerías. Se agradecía que asomara un detalle humano entre tanta perfección física.
La crónica de la humanidad narrada por «Totem», espectáculo dirigido por Robert Lepage , tiene una inesperada marca de humor y no sólo en los números de payasos. Hay escenas hilarantes de humor blanco por los personajes cómicos que enlazan los distintos números. Realmente consiguen mantener la atención con un humor sencillo y efectivo después de que el público quedara hipnotizado por un espectacular número de malabarismo. Algo que no es nada fácil.
Particularmente divertida es la escena en la que aparecen los simios y monos -con un buen trabajo de expresión corporal- sucedidos por neardentales que dan paso a un hombre moderno que habla por el móvil. ¿Realmente hemos evolucionado? El hombre moderno tendrá que mostrar su habilidad en un hermoso número sobre una barra tribal.
Mucho de danzas tribales hay en este espectáculo del Circo del Sol. Danzas amerindias con bailarines que juegan con aros y músicas telúricas que llegan desde el fondo de la tierra para narrar una historia antigua.
También una sugerencia al mundo de la ciencia con un personaje que podría ser un Darwin anotando los cambios de la evolución en el bestiario que muestra esta producción con sus vistosos vestuarios. Un científico que en un sencillo número de malabares se introduce en un embudo de cristal para jugar con bolas de luz que a su alrededor parecen átomos .
En Sevilla hay además un número especial con ritmo por bulerías en el que un torero juega con el diábolo entre escenas de tauromaquia. El director musical es el sevillano Alejandro Romero que en este número muestra un número flamenco reinterpretado por la estética del Circo del Sol.
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