Tomatito, vivir y soñar

El guitarrista homenajeó a Camarón con «Viviré» un concierto en el que se inmortalizó a la izquierda del «Padre»

Tomatito, durante su actuación J.M. SERRANO

Alberto García Reyes

El Tomate tocándole a Morente para homenajear a Camarón . Con eso está dicho todo. La versión de Enrique de «La leyenda del tiempo» en la voz de plata de Arcángel , con el de Almería a ritmo de pasodoble lento, fue tan emocionante que difícilmente pasará. Sobre todo porque luego se pasó a la bulería con aires de bambera que hoy está considerada una de las obras maestras del flamenco moderno desde que José el de la Isla se la sacó de la sangre. Y cantó Duquende. El mejor camaronero que ha nacido hasta hoy. Qué pedazo de cantaor y qué perdido se ha quedado en su condición de seguidor del genio de San Fernando. Hay que agradecerle a Tomatito que se lo haya traído a la Bienal . Bueno, hay que agradecerle muchas cosas. Primero la rondeña a pulmón. La soledad de este guitarrista es un tesoro del que él mismo huye con frecuencia. Con la personalidad que tiene. Hay aficionados que lo acusan de tocar muy fácil. ¡Pero si eso es lo difícil! Lo que vale caro en el arte es lo que, siendo personal, aparenta sencillez. Al Tomate se le distingue por la pulsación, por la tensión rítmica incluso en los estilos libres, y porque sus falsetas están siempre construidas con un mismo sentido. Tiene un sello propio indiscutible y flamenquísimo. Y encima se lo está dejando en herencia a su hijo, que toca todavía cohibido, pero que en la taranta se raspó un par de fraseos de peso. Me gustó ese pasaje de dos generaciones a solas con la guitarra y nadie más en el tema que grabó José con Michel Camilo en el que mete referencias de «Entre dos aguas» . Tocaron con complicidad y manejando de lujo la nota más importante del flamenco: el silencio. Y me gustaron también las fatigas del almeriense por alegrías. En ese toque en Re se inventó una nueva forma de abordar las cantiñas que es, probablmente, su mayor aportación técnica a la bajañí. Pero además él las hace con un frenesí lleno de contratiempos, coagulando esa velocidad con los bordones, que lleva su firma. Como la bulería por medio. Bailando en la silla. Hilvanando las falsetas más rítmicas que se han compuesto desde Paco de Lucía . Con una variedad de rasgueos a compás apabullante. Con una alzapúa que el pulgar parece un cable pelado. Y sobre todo con mucha flamencura. Ese Tomatito que se expone, el que se la juega con la sonanta sin más compañía que la percusión y las palmas, es el que Sevilla sueña siempre. El que tiene las yemos de los dedos de la mano izquierda mohosas y con la forma de la cuerda esculpida en el centro. Ese guitarrista es bueno hasta cuando falla. Y hace honor a su historia. Porque este hombre se sentó a la izquierda del Padre. Y ahora sienta a su derecha a los hijos. Al de Rancapinl le tocó las alegrías «Pueblos de la tierra mía» que grabó Camarón en el 81. Una perla. Y luego «Rosa María», aquellos tangos que hizo con Paco para poner bocabajo el cante en el año 76. Alonsito no había nacido cuando vieron la luz aquellas locuras. Pero ya tenía ese paladar. Estaba hecho para esto. Igual que Juan el Duquende, que cantó el taranto y la cartagenera con el desgarro y la afinación del de la Isla. Y se metió en los tangos de «Castillo de arena» como un jabato. Ay, cómo duele la memoria. Cómo llevaba ese metal a las negruras de aquel gitano de los ojos claros con el que tantos hemos pasado mil horas a solas, gritando por lo alto de aquel eco inalcanzable.

La idea de Tomatito de traerse a su viejo hermano a la Bienal, sentarlo en la silla vacía y escucharlo sobre el tiempo es para echarle la chaqueta a los pies. El guitarrista ha hecho el gran recital de cante de la Bienal. Con Arcángel repujando la «Nana del caballo grande» y la «Canastera» y el tocaor haciendo la música de Paco. El de Huelva se hizo trizas en ese registro con su forma punzante. Y el Tomate se inmortalizó buscando a su amigo por todos los rincones de la bulería «Viviré». Juro que yo lo vi cantando detrás de la guitarra a escondidas: «Viviré para morir mientras que el alma me suene». Vivirá. Seguro. Porque persiguiendo a Camarón va buscando su libertad. Vivir y soñar...

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