Terremoto de esperanza

La última voz de la gran saga jerezana María Terremoto demuestra en la Bienal que tiene cualidades para triunfar, pero que todavía está en proyecto

La cantaora jerezana María Terremoto, en el Teatro Lope de Vega Juan Flores
Alberto García Reyes

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La garra es un estilo dentro de los estilos del cante. María lleva en su sangre un seísmo que la compromete. Tiene que rendir tributo a su genética sin renunciar a su camino, está obligada a ser Terremoto y a ser distinta en una época flamenca que necesita luces nuevas. Y ha sabido encontrar un equilibrio que todavía está muy verde -la edad es inevitable- pero que huele bien. La bambera de la rima V de Bécquer , pastoreña y jerezana a la vez, es un resumen de su estética: dulzura en los graves y el paladar sangrando en los tercios duros. Tiene esa mezcla de oloroso con pedro ximénez que entra fácil y, una vez dentro, deja marca. Su cante pasa siempre caliente por el pecho. Pero todavía necesita tiempo. Las cosas buenas no se logran con prisa. Y la nieta del genio de los jereles sólo puede ya esperar al almanaque para conseguir que sus virtudes se cuajen.

Por ejemplo, cuando repose un poco descubrirá que su voz no necesita ruido instrumental . Y sobre todo llegará al misterio de las letras. En las cantiñas hizo una bola con los versos becquerianos. El flamenco no es sólo una música genuina, es también una filosofía literaria. Cada estilo tiene una temática y las letras son esenciales para guardar ese canon. Si cuesta trabajo entenderlas, es difícil que hieran. Por malagueñas se centró . La lírica cuadraba con su eco para adentro. La rondeña y el fandango de Frasquito llevaron la rima XII a su propia profundidad. María pudo exhibir todo su poderío porque tiene el duro. Tarde o temprano lo cambiará y será figura indiscutible del flamenco, pero la bisoñez es una cárcel de la que nadie puede escapar antes de tiempo . Paciencia. Su repertorio sigue siendo muy reconocible, como en los tientos, y sus recursos son gigantescos. Pero el cante no es un alarde . Me gustaría escribir que la última de los Terremoto es ahora mismo una maestra que puede liderar el escalafón, pero además de engañarme a mí la estaría engañando a ella. Estoy seguro de que será más pronto que tarde una de las de arriba. Tranquilidad. No hay por qué correr. Con los años que tiene, sabe más de lo que se puede, suena a gloria por tangos, tiene empaque en los fandangos de Huelva siendo de las antípodas cantaoras y se mueve por el escenario como las grandes de su cuna. Es artista, no sólo cantaora. Domina el espacio. Pero no puede evitar basarlo todo en lo que sabe y aún ignora que el flamenco duele cuando se llega a lo que no se sabe. Está todavía haciéndose. Si sacas el mejor fino del mundo de la bota antes de tiempo estará bueno, pero no como cuando haya actuado el principal ingrediente del velo de flor, que no es la levadura, sino el reloj. Cuando María Terremoto madure caerá por su propio peso . Y será como el verso de la rima LIV, el eco de un suspiro.

De momento, Bécquer va por un lado y ella por otro , aunque sé que se encontrarán en el futuro como ya se encontraron en el pasado. Basta con que depure su esencia. Con que sepa que la sencillez es lo más difícil. Es sensible. Canta por derecho. Tiene facultades y gusto. Lo hará. Y el niño que lleva en sus entrañas, al que le cantó la nana, será testigo. Y yo lo escribiré si Dios quiere. Diré que aquella niña nacida de la garra, epicentro de un cante que nunca especula , ha subido a la cima en la que pusieron la bandera la Niña de los Peines, la Piriñaca, la Perla o la Paquera. Que su petenera con el violín es una joya, que por seguiriyas rompe las costuras porque canta a boca abierta y puño cerrado y que por martinetes es capaz de derretir el yunque. Pero vamos a ir despacio. A quitarle presión. Que aún tiene que descubrir que los terremotos grandes siempre mueven cimientos y rompen cristales. Que no son cómodos. Y que su estilo por dentro de los estilos todavía necesita coagular. Hay mucha cosas por pulir: dicción, momentos puntuales de afinación, personalidad... El cante tiene la eternidad por delante. Lo escribió Bécquer: podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía. Mientras esta mujer alce la voz, habrá flamenco . Esta es mi apuesta y pongo todo lo que tengo: María Terremoto va a ser muy grande si es capaz de aguardar su hora. La escuché y parecía que el viento me recitaba al oído: «Ay!, pensé; ¡cuántas veces el genio / así duerme en el fondo del alma, / y una voz como Lázaro espera / que le diga «Levántate y anda!». Ya le llegará ese momento del ole afónico. Yo pienso esperarla lo que haga falta. Como se espera a la esperanza.

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