Crítica de música
Start/Snack
El Start Festival ha servido como aperitivo previo al incio de las temporadas del Teatro de la Maestranza y la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla
Principia una temporada muy difícil , acaso la más, por el escenario al que nos remite la pandemia. Pero es el momento para que entre todos pongamos de nuestra parte y la superamos sin dejar que la música viva, muera. Nuestra presencia paliaría el funambulismo económico para sobrevivir cuando la máxima recaudación del Maestranza provendría de 800 localidades de las 1900 que posee, y contando con que se llenen esas butacas.
De ahí nada mejor que este Start Festival para «arrancar» con unos «aperitivos», es decir, con algo que más que llenarnos nos deje con hambre, mediante programas atractivos y breves como el que abría el ciclo a cargo de Ángeles Blancas , extraordinaria soprano vinculada a la música española ya desde la herencia biológica de sus padres, el barítono Antonio Blancas y la soprano Ángeles Gulín , y con dos obras de Falla harto conocidas: «El amor brujo» y las «7 canciones populares».
Después contamos con el primer «lleno» del aforo reducido, que nos trajo la presencia de los Beatles en las voces de los Beetles, es decir, los Escarabajos , el grupo que fundó en 1993 Enrique Sánchez en Sevilla, y que supone la forma más extremadamente fidedigna de oír en vivo la música del cuarteto de Liverpool .
En esa misma fecha, el eslovaco Peter Breiner reunión 3 mix de sus canciones y las convirtió en 3 «Concerti Grossi» (para varios instrumentos solistas y orquesta) al estilo barroco de Haendel , Vivaldi y Bach , que los Escarabajos hacían sonar primero en el mismo orden al más puro estilo beatle.
El resultado levantó al público de los asientos, y con razón. Ambos conciertos fueron dirigidos por el maestro Juan Luis Pérez , con la nobleza, sabiduría y entrega que le son propias.
Finalmente, pudimos disfrutar del mejor Eric Crambes , nuestro concertino, haciendo lo que mejor sabe: tocar y dirigir a la vez, en otro problema de dulce: las «Cuatro estaciones» , de Vivaldi, interpolándolas con las «Cuatro estaciones porteñas» , de Astor Piazzolla , argentino de origen, pero de padres y abuelos italianos: molde veneciano sobre la cantilena del tango más efluvios impresionistas.
Música plena de luz, contrastes , vigor y tornasoles. Su violín recorrió un auténtico florilegio de matices y recursos, que compartió con la orquesta , subrayando los múltiples efectos descriptivos de las partituras, sin olvidar el virtuosismo extremo que supone. Por cierto, la orquesta y los solistas seleccionados estuvieron inmensos en todo el ciclo.
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