Cohetes verdes para cerrar un día gris

Luis Ybarra Ramírez

02/11/2019
Actualizado 03/11/2019 a las 18:37h.

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Colas infinitas, brazos levantados, gargantas encendidas. Las Dr Martens sirven para el rock y para el agua cuando las nubes son la única amenaza del concierto, por eso aquí muchos las llevan. Camisetas de bandas, cabellos pintados de verde, tachuelas gritando sobre el cuero. La música reúne a unas 10.000 almas y el mundo empieza justo a unos metros de donde termina : en la Plaza de España. Desde esta multitud, no existe nada más allá de lo que está a punto de suceder ante el público que ha acudido.

Aunque el cartel anuncia a tres bandas, dos de ellas como honestas teloneras, es la de Green Day la que la gente, por supuesto, espera con mayor ansia. Lo dice el hecho de que agotaran las entradas en tan solo 45 minutos y, sobre todo, se intuye en los ojos expectantes de la espera y el alarido que se desprende cuando los «punkies» de California salen a escena . No son cientos de voces las que resuenan, sino una sola. Un trueno colectivo que cae al unísono en todas las aristas de la imponente arquitectura de Aníbal González y parte la noche en dos.

León Benavente y The Struts , con su carismático líder, despiertan progresivamente algunas pasiones, pero los últimos en aparecer sobre el escenario incitan a la enajenación momentánea. Parece que lo que hace más especial a los miembros de Green Day es la atmósfera que crean . «Eso es mítico», «¡Legendario!», exclaman algunos mientras un espontáneo salta bajo los focos y Billie Joe Armstrong le solicita que se tire con los brazos abiertos hacia a la masa. Este lo hace.

La multitud corea prácticamente todas las canciones y hasta el «indie» y las guitarras distorsionadas al extremo, por unas horas, se vuelven radicalmente populares. La mayoría apenas alcanza los 25 años de edad y el colectivo se entrega sin tapujos a lo que el espectáculo les ofrece. Palmas al aire, también algunos móviles, frentes iluminadas por el brillo de las lentejuelas y bailes que solo entiende quien los interpreta , pues hay muchos que son incapaces de manifestar con el cuerpo todo lo que están sintiendo. Les consuela, sin embargo, que en la duda está el acierto y que la música en directo es, por encima de todas las cosas, comunión de gustos entre los que asisten y máxima libertad.

Sevilla encara la gran gala de los MTV EMA de este domingo con dolor en el esternón tras los fuegos artificiales y los altavoces al máximo volumen. La música no cesa y los incansables todavía cantan hacia dentro y hacia fuera con hálito de fortuna en su expresión. Tienen suerte: han asistido a la confesión de una banda histórica.

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