Crítica de música: segundo concierto de abono de la ROSS

Sentimientos encontrados

El concierto tuvo, sobre todo, una segunda parte de gran interés con la interpretación de la «Escocesa», de Mendelssohn

La violinista Leticia Moreno junto al director Eivind Gullberg Jensen, que dirigió a la ROSS Guillermo Mendo

Carlos Tarín

A un paso de diciembre, comentamos el 2º concierto de abono . Es de imaginar que la programación de esta temporada ha estado muy condicionada por la premura del nuevo director del teatro para construirla, y las dos óperas seguidas nos han llevado ahora a dos conciertos de abono muy espaciados , mientras el aforo se instala en la media entrada . Todo esto influye si se quiere remontar la situación.

El concierto presentado, a priori, era muy atractivo , por cohesión y belleza: dos obras escocesas de Mendelssohn y además muy conocidas, separadas por el concierto para violín más popular de Mozart , el nº 5. Sin embargo, la sensación interpretativa requiere otra agrupación más tradicional, la que centra el interés -por los resultados del concierto- en la segunda mitad del mismo.

La colocación de la orquesta en posición 3D, o sea, que se sale de la concha acústica, no termina de convencernos; pero si además se le coloca de fondo la cortina del telón, la acústica se oscurece , se aprieta, se encierra. Seguramente el joven director lo hizo para que se oyesen con mayor claridad los instrumentos, y seguramente él sí lo notaría así; desde sala, el resultado fue el referido.

Así que lo mejor de «Las Hébridas» que abría el programa fue la definición de la niebla pretendida, que finalmente se quedó instalada, y casi no dejó «ver» nada más. Hubo interés en ofrecer un Mozart históricamente informado, pero la cosa quedó pastosa y sin gran atractivo.

Para colmo, Moreno nos llegaba con un violín dieciochesco de poco volumen y unas cuerdas excesivamente brillantes, que podían resultar a veces chirriantes , y desdibujaban una articulación más precisa. Por otro lado, hubo un enfoque más bien romántico , que no terminaba de encajar con el estilo del concierto. Además, Moreno afina imperceptiblemente cada primera nota antes de empezar una sección, lo que asegura la entonación, pero da sensación de inseguridad . El público ni siquiera pretendió propina.

Todo cambió con la «Escocesa» que, sobre lo anterior, Gullberg condujo con fuerza, vitalidad y capacidad de comunicación. De memoria, les recordaba especialmente a los violines y violonchelos, que estuvieron muy bien, el interés de sus melodías y contracantos, al igual que al clarinete, flauta o fagot.

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