Música
Las salas de música en directo de Sevilla: el sonido que no nos dijeron
Un repaso por los espacios que conforman el circuito independiente de la ciudad, donde se aúnan rock, «indie», flamenco y otros géneros
Luces de colores estridentes, altavoces encendidos, el sonido de un grupo calentando motores desde sus camerinos y el público segregando ansias vivas por verlos actuar de una vez. Hay un circuito musical en Sevilla que se escapa a los ojos de las masas, pero que agota las entradas . Son los espectáculos de las salas. Ahí están las bandas que triunfarán en un futuro, de las que los más «indiefan» dirán que ya no les gustan tanto desde que hacen eso tan comercial, y las que no llegaran a nada. Las mejores y las peores. Las consagradas y las primerizas. Todas han de pasar por ese escaparate sobresaliente, crudo y salvaje de los pequeños espacios.
Rock, pop, rap, flamenco, heavy metal, trap, electrónica, reggaetón, salsa. Una amplia baraja de estilos se agolpan a las puertas más tenues de esta compleja ciudad para dejar un calendario dorado a lo largo del curso anual. Las salas de conciertos se cuentan por decenas y la oferta colma todos los gustos, para todas las edades y durante toda la semana . No hay excusas, por tanto, para no asomarnos a esta ventana de ritmo voluble que no aparecerá anunciada con grandes titulares, pero que precisamente por eso queda reservada para los que de verdad la buscan. Probando los micrófonos, focos incidentes y al escenario. Es de noche y toca cantar.
No tiene demasiado sentido dividir la programación en función de los estilos, pues la escena no se clasifica tanto por temática como por ambiente. Así nos quedan dos planes bien diferenciados: un recital para degustar desde la silla o la butaca, tal vez con algo para beber y picar de forma pausada, y otro que solo entiende de pistas, bailes, brazos al aire y seguidores en pie. Vamos, en primer lugar, con los segundos.
Brazos al aire
Basta un golpe de teclado o un fin de semana de madrugadas longevas para saber cuáles son las salas señeras. Aquellas en las que cada mes se celebran un número considerable de espectáculos protagonizados por artistas que están echando a volar o que regresan de un alto vuelo. También cantantes que han decidido mostrar su lado más íntimo en estos aforos comedidos. Así merece una mención especial, por ejemplo, la Sala X , cuyo nombre puede llevarnos a confusión. Lejos del erotismo al que nos que evoca, desde la calle José Díaz número 7, han creado un templo breve de los directos . Durante la próxima semana, pasarán por esas tablas el «bluesman» James Armstrong y el cantautor Micah. P Hinson.
A esta, hemos de sumarle otras que son igualmente punteras y que mantienen una línea similar: la Sala Malandar , en la avenida Torneo, y la Sala Custom , en la calle Metalurgia del Polígono Calonge. Sus apuestas prolongadas por la calidad han hecho que todos identifiquen lo que sucede allí como algo que posiblemente merezca la pena. Hay quien no conoce a las figuras del cartel, pero se acerca aún así convencido de que todavía no ha perdido la capacidad de sorprenderse. De descubrir eso que no se emite en las radiofórmulas y que goza de mayor libertad desde la fase creativa hasta la demostración final.
Rayden , ese particular rapero que abrió la gala de los Goya haciendo un repaso por la historia del cine español, y los jóvenes de Sinsinati están anunciados en fechas cercanas.
La palabra tributo, a menudo, implica pasado. Y eso no les gusta a los propietarios de la Sala Der Fliegende Höllander , una de las pocas dedicadas al punk, hard core y metal que además no permite a las agrupaciones que se fundamentan en el homenaje a los mastodontes de tiempos pretéritos. Se encuentra en la calle Uranio.
La fiesta, por su parte, parece asegurada en la Sala Cosmos , Even y Fanatic , en la que aterrizan también DJs y obras de teatro. El rock palpita en el epicentro de la Alameda con Fun Club , donde las citas son ya más esporádicas, y en el mismo Long Rock , lugar en el que lo autóctono tiene buena acogida. Pero si lo que le apetece es, por llamarlo de algún modo, el aire «garrapatero» de tono aflamencado, la Sala Flamenco , en la calle Castilla, se presenta como una de las opciones más adecuadas. En definitiva, un millón de voces expuestas en un muestrario desapercibido. Casi imperceptible.
Tempo pausado
Cambiamos los botes por suspiros y los gritos por jaleos calmados que dicen aquello de «ole» y «bravo». Que habrá quien prefiera disfrutar con un respaldo en los lumbares . Para ellos, un nombre algo pretencioso, pero certero: La Sala . En la calle Acineto Sáenz número 1, cerca de la plaza del Pumarejo, las lámparas alumbran con debilidad y los cantantes se enfrentan a sus peores fantasmas casi a ras de suelo. Zahara, Javier Ruibal, Krahe o Kiko Veneno posaron aquí sus cuerdas tan familiares como sensibles, en completa sintonía. Uno de esos palacios de culto entre parisino y hollywoodiense al que siempre deseamos asistir.
El cante de corte clásico también despierta interés. «A ver si me puedes recomendar algún sitio para escuchar flamenco de verdad. Vienen unos amigos de Madrid y quiero llevarlos a algún lado que no sea para turistas» . Quien es aficionado habrá escuchado esta solicitud al menos un puñado de veces en los últimos años. Pues una forma de acertar es recomendando la peña Torres Macarena , a la que también acude lo mejor del baile y la guitarra.
La Sala Flamenquería y, en concreto, el ciclo «Íntimos de Triana» trae a Sevilla una propuesta variada con maestros y rápidos aprendices a la cabeza. El teatro de la Fundación Cristina Heeren , nube azul para las quejas negras, y, aunque no lo crea, los tablaos el Museo del Baile Flamenco , El Arenal o la Casa de la Memoria venden mucha honestidad y nobleza.
El sonido que no nos dijeron es el verdaderamente genuino. Melodías eclécticas que con frecuencia no se mancharon de la fugacidad de las modas. Los raros, los disparates, los indefinibles. Todos ellos deambulan por ahí en ese universo paralelo de dimensiones reducidas y pechos abiertos. El sonido que no nos dijeron es subjetivamente el mejor , porque presume de cristalino y navega contra corriente.
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