Qué plan
Rutas accesibles para todos por el patrimonio de Marchena
Un sistema de préstamo de bicicletas hará posible recorrer sin obstáculos tres itinerarios que se han diseñado desde la Delegación de Turismo y de Servicios Sociales para conocer a fondo la localidad
Murallas arcaicas, puertas almohades, esculturas de cantaores que trinan con gusto para hacer historia. La riqueza del patrimonio artístico y cultural de Marchena se les escapa a muy pocos. Sin embargo, desde ahora y gracias a una nueva iniciativa de la Delegación de Turismo y de Servicios Sociales, se podrá disfrutar del mismo como nunca antes se había hecho. Con la creación de las llamadas Rutas Adaptadas ningún paisano ni visitante queda fuera del circuito monumental.
Una de las principales novedades es la incorporación de un servicio de préstamo de bicicletas gratuito. En el ayuntamiento, cuentan con dos vehículos eléctricos y una «handbike» . Una de ellas ha sido donada por el deportista marchenero Rafael Ordóñez. Tan solo será necesaria una llamada previa al área de turismo para reservarlas sin más trámites. Esta apuesta, pionera en Andalucía y España , supone un paso más en la inclusión y en la apertura de oportunidades. Eliminar las barreras que dificulten la accesibilidad por cualquiera de los tres itinerarios que se han diseñado específicamente para ello ha sido la máxima del proyecto.
Tal y como aseguró la directora de la Academia Chilena de la Lengua, Adriana Valdés , en su paso por el XVI Congreso de la Asociación de las Academias de la Lengua Española celebrado en Sevilla, «la cultura está relacionada con la igualdad, porque permitir su acceso a todos es crear una sociedad más libre» . En este sentido, derribar los impedimentos a la hora de descubrir de primera mano el casco histórico de Marchena es una forma de repartir las mismas cartas a todos los jugadores. Equilibrar. Y quizá haya alguien que pueda llegar hasta algún rincón de su pueblo antes desconocido y contemplarlo por primera vez beneficiándose de este programa.
Ruta amarilla
La más corta de ellas es la que comienza en la Plaza de San Andrés, justo el mismo lugar en el que termina. En apenas 40 minutos de trayecto, los interesados pasearán por la calle La Torres, San Sebastián, la iglesia de San Agustín y el arco de la Rosa. Localizaciones en las que apreciamos los primeros rasgos y características de la urbe. Por ejemplo, el convento de San Andrés, de estilo gótico-mudéjar , guarda bellos retablos, un púlpito y columnas que no pasan desapercibidas. Tampoco lo hacen los dulces que venden las Mercedarias: alfajores, amarguillos, tortas y lazos con los que compaginar arte y repostería .
La parroquia de San Sebastián nos sorprende poderosa con una fachada muy distinta a la vieja ermita de extramuros a la que sustituyó. Su artesonado de madera, el retablo mayor, que nos evoca directamente al barroco, y las figuras que alberga en su interior, como las del mismo San Sebastián, el patrón, San Pablo y una venerada talla de un Cristo del siglo XVI , son algunos de los elementos más significativos.
Como lo es, en sí, la iglesia de San Agustín: esbelta, vasta, sencillamente ornamentada en la corriente del barroco neoclásico . Esta es otra de las imprescindibles en el municipio. Se levantó fruto del esplendor del siglo XVIII y, cómo no, de un ducado que invirtió en Arquitectura. En en el XX, finalmente, se colocó el Sagrado Corazón de Jesús encima de la cúpula.
El arco de la Rosa nos sirve para remontarnos algo más en el tiempo. En concreto, al siglo XII y a una lejana villa cercada de piedras. Esta era la Puerta de Sevilla, que después fue remodelada en la época de Pedro Ponce de León, V Señor de Marchena, con el beneplácito de una bula del Papa Martín V. Las dos torres que lo custodian se han convertido en emblemas de la localidad de la campiña. Una mirada fugaz parece suficiente para identificar este monumento con su emplazamiento.
La Plaza de Melchor y la Casa del Escudo surgen también a lo largo de esta ruta a la que, poco a poco, se le van agotando los minutos. La primera es una plazoleta de reducidas dimensiones por la que se accede al museo dedicado al escultor local Coullaut Valera . En ella, se brinda un recuerdo al guitarrista del mismo nombre, junto a un farol que alumbra en la céntrica Puerta de Morón . La segunda edificación, por otra parte, presume desde la calle con dinteles y pilastras. Data del siglo XVII y posee un grueso escudo en la entrada que le otorgó su denominación definitiva.
Ruta verde
El segundo itinerario que se ha ideado se extiende hasta alcanzar la hora. A través de él, pasamos por todas las ubicaciones mencionadas hasta estas líneas. No obstante, al llegar al arco de la Rosa, tomamos una dirección alternativa. De esta forma, avanzamos más allá del Alcázar hasta toparnos con el Parque del Príncipe, coronado por uno de los personajes ilustres de la zona: el cantaor de flamenco Pepe Marchena . Una parada.
Entre palmeras y barrotes, con sombrero de ala ancha a la cabeza y los brazos en una pose natural de artista, el ecijano Rafael Armenta construyó esta escultura en los años 80 de una de las personalidades más influyentes en la música de nuestro país . El Niño de Marchena, como se anunciaba en un principio, se convirtió en su madurez en uno de los ídolos más copiados y requeridos en el territorio nacional, incluso en el extranjero. Creó su propia estética y abanderó el apellido de su tierra por el cine, la literatura y los escenarios de medio planeta. Su legado por colombianas, tarantas, soleares o fandangos, entre otros palos, merecen una revisión continua. Más aún cuando su figura inmortalizada en bronce acecha al paso de los viandantes.
Ruta roja
Para completar este recorrido, necesitaremos unos 90 minutos, ya que es el que nos ofrece la panorámica más dilatada de los bienes dignos de una visita. A todos los anteriores, hemos de añadirle algunos más que, por su belleza o su relevancia, se han vuelto indispensables. Este es el caso de la Casa Palacio, a la que algunos se refieren como la Casa Sin Nombr e. Sus líneas simétricas, el elegante balcón bajo el frontón y su patio abierto , típico también en las comarcas fronterizas, dibujan una postal sugerente y tal vez algo soslayada. Porque, justo en frente, la torre campanario de San Juan Bautista se erige al superar una rampa. Es por todo ello un recodo cuajado de encanto.
Este templo catedralicio , de nuevo, presenta un estilo propio del gótico-mudéjar, aunque con adornos renacentistas. Sus tres pórticos, las nueve obras de Zurbarán en el museo que se halla bajo las mismas paredes, el órgano de la autoría de Francisco Rodríguez, las obras de Alonso Cano , los relieves, los decorados platerescos tallados en madera, el mármol y la mano de Jorge y Alejo Fernández sirven como apuntes para entender que el lugar merece sumergirnos con curiosidad en él.
Al Norte, la Ronda de la Alcazaba , la iglesia de Santa María de la Mota y la Plaza Ducal señalan el final de este tercer itinerario. La fortaleza, en cuyas grietas se lee el relato fidedigno de Marchena, su apogeo, su declive y su multiculturalidad , es el enclave más antiguo del recinto amurallado. Santa María no es más que esa torre delgada en la que uno piensa al mirar a la provincia, su rosetón, la superficie manierista y la virgen humilde sobre el pan dorado. Y la Plaza Ducal, para terminar, ese punto cargado de nobleza donde concluye todo lo visto previamente.
Hacer posible que cualquiera pueda admirar a su antojo las páginas célebres del pueblo trasciende como un triunfo de la igualdad . No hay excusas para dejar de admirar el lado sublime de la historia.
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