DECALLE

Ruta de la Inmaculada: tras la perfección de la Virgen

La Catedral, el Museo de Bellas Artes o los Venerables guardan obras de Murillo, Zurbarán y Velázquez

Imagen de la Virgen tomada desde la Plaza del Triunfo Raúl Doblado

Luis Ybarra Ramírez

Sevilla fue una de las primeras ciudades en reconocer la Purísima Concepción antes de que esta se convirtiera en dogma de fe a mediados del siglo XIX. El pueblo, de forma natural, festejaba algo que siempre tuvo un convulso debate de fondo . La iconografía de la Virgen cambió con el paso de los tiempos, los estilos y las aportaciones personales de diferentes artistas.

Unas túnicas son claras y otras rojas, los mantos, azules, y los atributos locales y marianos aparecen y desaparecen en función de la visión de cada autor. Se trataba de plasmar de un fogonazo, sobre el papel o la piedra, a la «mujer vestida de sol con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en la cabeza» que se recoge en el libro del Apocalipsis.

Pacheco, Velázquez y Murillo son algunos de los que asentaron las bases que han quedado como cánones cercanos a la norma. Barroco en ebullición que más tarde contagiará a los escultores e imagineros. También a los poetas. Por eso, repasar ahora los principales cuadros y tallas de la Inmaculada que podemos encontrar en Sevilla es reconciliarnos con el arte y la historia . Con lo sublime de un pasado que conviene revisar para saber por qué estamos tan orgullosos de él.

Que los versos del poeta Miguel Cid , inscritos en la cerámica bajo la letras de la calle que lleva su nombre, valgan como arranque de esta ruta: «Todo el mundo en general/a voces reina escogida/diga que sois concebida/sin pecado original».

La Colosal

En el Museo de Bellas Artes no está todo, pero sí gran parte de lo indispensable. Empecemos por Murillo, «el pintor de las Inmaculadas» . Tres de las obras cumbres del autor que cambió los moldes establecidos e impregnó de dinamismo los lienzos de motivos religiosos pueden disfrutarse en estos pasillos. La Colosal quizá es la más memorable , aunque la llamadas la Niña y con el Padre Eterno no pueden quedar fuera de estas líneas. Asimismo, merecen una mención especial los trabajos de Valdés Leal , Ignacio de Ries y Cornelio Schut que se localizan en el edificio.

La Cieguita

Por otro lado, la Catedral se impone como uno de los emporios más destacados en lo que a la Inmaculada se refiere. En la Sacristía, observamos más muestras de la maestría de Murillo ; en el retablo de la capilla de San Pedro, el candor de Zurbarán sobre el pan dorado; y en la Sacristía de los Cálices, Miguel Cid mira a las nubes grisáceas de Francisco Pacheco que envuelven a María con la urbe como telón de fondo. La Virgen, según Sevilla, es todo lo que aparece en esta estampa. Además, en este mismo espacio, se suele contemplar a La Cieguecita , fracción de madera de cedro policromado que Martínez Montañés necesitó para esculpir la pureza, y que en la actualidad se encuentra en la exposición dedicada al imaginero jiennense en el Museo de Bellas Artes.

En el Hospital de los Venerables se suman otras de las firmas de algunos de los máximos exponentes del arte barroco. Velázquez , Herrera El Viejo , quien también fue precursor del abandono paulatino del manierismo y la incorporación de una nueva estética, y Zurbarán dejan aquí buena muestra de lo que desarrollaron más allá del prisma que les inculcó Pacheco. Murillo, por su parte, también creó para los Venerables la conocida como Inmaculada Soult, una de sus versiones más emotivas, pero esta permanece expuesta en el Museo del Prado de Madrid.

La devoción y el gusto de los artistas, así como sus continuas búsquedas de la perfección a través de la técnica, han hecho que muchos de los templos alberguen en su interior imágenes que defienden este dogma. Dejando atrás el Museo de Bellas Artes, la Catedral y los Venerables, si visitamos la iglesia de San Lorenzo , el arco del Postigo y su pieza anónima, Santa Catalina , San Julián , la Magdalena , Santa María la Blanca o San Buenaventura presenciaremos múltiples ejemplos de las más altas gubias y pinceles.

El único cierre posible para este recorrido se ubica en la calle, donde la marabunta soberana ríe, pregona y festeja el amor y el recuerdo por las cosas. Por eso, se nos hiela la palma de la mano al aproximarla a la superficie de mármol que Lorenzo Coullaut Valera empleó para que los viandantes se esforzaran por retratar a la Virgen más blanca con el Giraldillo más moreno a su espalda desde la Plaza del Triunfo . Sevilla, como el barroco, se resuelve en ese jugar perpetuo al claroscuro que aporta matiz, luz y sombra en todo lo que toca.

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